Como era de esperar, el grupo Atresmedia calentó, en términos futbolísticos, el debate tetrapartito al que asistimos el lunes y lo hizo apelando tanto a la originalidad del formato televisivo como al número de partidos invitados, hecho insólito en nuestra democracia, acostumbrada a los debates entre el líder de la oposición y el jefe del gobierno, y a ello le añadió el apelativo de decisivo, como en el fútbol se habla de partido del siglo? cada año, claro. Pues algo así me parece que ocurrirá con el debate de anoche que, sin ir más lejos, tendrá una continuación el próximo día 14, esta vez en el formato bipartito habitual.

Porque, más allá de los 9,2 millones de espectadores que nos sentamos frente al televisor, dando un share nada despreciable del 48,2%, la realidad es que el debate no arrojó ninguna luz para los indecisos que, en definitiva, en estas como en el resto de elecciones, son quienes decantan con su voto el reparto de los escaños. Y no lo hizo porque, pese al buen hacer de los presentadores, y al novedoso situar a los candidatos (Soraya como representante in pectore del candidato Rajoy) sin atril o mesa que les parapetase y se ubicasen, más Sánchez e Iglesias como toreros a punto de la porta gayola, más Rivera y Soraya como reos ante el pelotón de fusilamiento, la realidad, digo, es que oímos, o no, más de lo mismo, porque ni Soraya explicó por qué ahora se hará lo que no se está haciendo, ni Sánchez por qué se hará lo que no se hizo cuando gobernó el PSOE, ni Rivera ni Iglesias cómo se hará lo que dicen que harán. Y ninguno, sin excepción, se pronunció sobre el cuándo y el cuánto, que no son cuestiones baladíes. Porque, a fin de cuentas, verbigracia, todos queremos mejor educación y sanidad, pero bueno sería saber cuánto ha de costarnos y para cuándo habremos de verlas hechas realidad. Y llegados a este punto, el debate discurrió por los manidos y tú más, si hablamos de corrupción; y tú también, si hablamos de pactos en las municipales con formaciones contra natura; y yo más, si nos referimos al trabajo en equipo en los partidos, y todo ello jalonado de la risa irónica, a veces sardónica, de Sánchez, la muletilla de "tranquilo, Pedro", de Iglesias, el "en esto estamos de acuerdo", de Rivera, a los unos y los otros, curiosamente, y el hieratismo de boca seca de Soraya.

Así que un servidor, como supongo que muchos de los telespectadores, la noche se quedó con un no hay quien lo entienda, como agudamente Carmen Ferreras firmaba su artículo en este mismo diario, cuando lo más que queríamos saber era, dados los resultados de las encuestas, con quién pactaría cada quien en el caso, más que probable, de no alcanzar la mayoría absoluta. Y no haberlo explicitado es un fraude a la democracia representativa, donde el votante no solo deposita su voto, sino su delegación absoluta, al votado, que no estaría de más que dijese de antemano con quién se coaligaría en caso de no obtener la confianza suficiente para formar gobierno por sí solo. Así que para este viaje no hacían falta tantas alforjas, aunque sean multimedia, y al final bien pudiera ocurrir que, como en las fiestas de postín, quien ni está ni se le espera se convierta en el verdadero triunfador de un debate que, desde luego, pudo ser de todo menos decisivo.

Luis M. Esteban Martín (Zamora)