El domingo 29 de noviembre se celebró, a escala global, el "Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino", promovido por la Organización de las Naciones Unidas, al objeto de concienciar al mundo, sobre la ocupación israelí de los Territorios Palestinos, y sus consecuencias, desde el año 1948. Y es que, a pesar de que hayan transcurridos mas de seis décadas, y de los esfuerzos de algunos Organismos, Fundaciones e Instituciones Internacionales, el conflicto entre estos dos pueblos, lejos de solucionarse, ha empeorado, debido a diversos factores.

Uno de los mas preocupantes, por la arbitrariedad con la que es ejecutada, es la discriminación institucional a la que Israel, desde su fundación como un Estado Soberano en 1948, somete al Pueblo Palestino. Desde ese periodo, la expulsión de los Palestinos de su propia tierra, ha sido sistemática, planificada y ejecutada, vulnerando los más mínimos derechos universales, pasando por diversos estadios, que culminaron con la "Guerra de los Seis días" de 1967, en la que Israel ocupó militarmente, Cisjordania y la Franja de Gaza, que fueron arrebatadas ambas a Jordania y Egipto respectivamente, junto con la meseta de los Altos del Golán a Siria, actualmente anexionada ilegalmente a Israel, la península del Sinaí, devuelta a Egipto en 1979, así como también las granjas de Shebaa. La situación de ocupación que desde 1967 se vive en la Franja de Gaza y Cisjordania, llamadas "Territorios Ocupados", ha generado un éxodo paulatino de otros cientos de miles de personas ante el brutal apartheid contra ellos dirigido por el ejército israelí. Conviene precisar que el número total de Palestinos que habitan en nuestro Planeta, incluidos refugiados y desplazados, se estima en unos 10 millones de individuos, de los cuales, aproximadamente, la mitad continúa viviendo en la región histórica de Palestina, un área aproximada que abarcaba las actuales Israel, Cisjordania, la Franja de Gaza y el occidente de Jordania. El resto, en torno a la otra mitad de todos los palestinos, constituyen lo que se denominada como "la diáspora palestina", la mayoría de los cuales son refugiados apátridas que carecen de ciudadanía en algunos países.

Por si lo antedicho no fuera suficiente, los Palestinos deben de soportar, a mayores, severos controles por parte del ejercito Israelí, en los Territorios Ocupados, en forma de puestos de control, situados en todas las carreteras principales y secundarias de la Franja de Gaza y Cisjordania, por la que forzosamente tienen que pasar todos sus habitantes en sus desplazamientos. Estos controles actúan como auténticas fronteras y en ellos se llevan a cabo una de las más conocidas y escandalosas prácticas de humillación hacia el Pueblo Palestino, que ve como se le prohíbe el paso y cómo se los retiene innecesariamente y sin explicación alguna, al arbitrio de soldados del puesto, y cómo, mediante esta práctica, se los limitan o restringen a los Palestinos, derechos tales como la educación, la sanidad o el cumplir con sus tradiciones religiosas.

A estas restricciones para el paso en los Territorios Ocupados, se suman los toques de queda, los cuales, con cierta frecuencia, no son comunicados con antelación, negándose la autorización para circular a los varones de entre 16 y 35 años, o limitándose el paso a determinadas horas. Las consecuencias de esta medida, hacen que en determinadas áreas, donde hay asentamientos (la gran mayoría de ellos sin respetar la legalidad internacional) de colonos judíos, miles de Palestinos vivan bajo toque de queda parcial, para que se puedan mover centenares de colonos. Los toques de queda implican que los soldados israelíes pueden disparar a cualquier persona que vean por la calle, sin importar las circunstancias que le hayan abocado a jugarse la vida por violar el toque de queda impuesto.

Por último, habría que reseñar el nuevo "Muro de la Vergüenza" del siglo XXI. La Barrera israelí de Cisjordania, una valla en continua expansión, que se extiende aproximadamente, en un 20% a lo largo de la línea verde, y el 80% restante, en territorio cisjordano, adentrándose hasta 22 km en algunos lugares, con el fin de incluir y proteger determinados asentamientos ilegales de colonos judíos, en los denominados Territorios Ocupados. Cuando esté terminada la barrera, el 10% del territorio Cisjordano aproximadamente, quedará en el lado Israelí del muro y será aislado del resto de Cisjordania. El proyecto final estima su longitud total en 750 kilómetros. La ruta del muro no solo segrega, también discrimina por razones raciales: los intereses de los colonos son considerados prioritarios sobre los derechos de los palestinos. El Muro adopta dos formas diferentes a lo largo de Cisjordania, pues en algunos sitios se trata de una pared de hormigón de 8 metros de altura y en otros es una valla de hormigón con un cerca electrificada de 4 metros de alto. En total abarca entre los cincuenta y cien metros de ancho en los que se incluye zanjas anchas y profundas; un espacio despejado llamado "zona mortal" y otro de rastreo con arena fina en la que quedan marcadas las posibles huellas, además de una carretera de dos carriles para las patrullas israelíes. A todo esto hay que incluir un sofisticado sistema de cámaras de vigilancia, torres de control, alambre de espino y algunas puertas estratégicas de comunicación, que permanecen, por supuesto, bajo el control militar israelí.

La aplicación de las medidas anteriormente enumeradas por Israel, en los Territorios Ocupados, de manera sostenida y prolongada en el tiempo, ha hecho mella en la sociedad Palestina, los cuales, fruto del hartazgo y el hastío, no consiguen vislumbrar un final digno, a sus expectativas futuras como pueblo, y cuya solución, a nuestro juicio, pasa necesariamente, por el cese de todas las hostilidades militares empleadas por el Estado de Israel hacia estos, así como por el reconocimiento internacional de un Estado Palestino, soberano e independiente, desde una perspectiva tanto económica como jurídica, y cuya capital deberá de estar ubicada en la ciudad de Jerusalén. Solo desde la viabilidad de estos dos pueblos como Estados, los Palestinos e Israelíes, podrán convivir definitivamente en una paz, que por cuestiones más propias del malditismo, parece que, inexorablemente, les fue arrebatada hace siglos.