Prosigue la campaña electoral que más que estar en sus comienzos se halla en su final pues todo 2015 ha sido y es una larga campaña electoral, con el cambio político en juego tras tres décadas de bipartidismo PP-PSOE que han dejado el país en una situación que ha hecho reaccionar a la sociedad apoyando a los jóvenes partidos que ofrecen un modo y unas formas renovadas, distintas, participativas, representativas, de gobernar, y que van a ver cumplidos, en más o menos, sus objetivos.

Una campaña marcada, en mayor grado que nunca, por el espectáculo televisivo que acompaña a todos y cada uno de los candidatos, incluido un Rajoy que trata de hacerse el simpático y cercano al común de los mortales jugando al futbolín con el ínclito Bertín Osborne, o acudiendo a una hipotética cita con la calle para contestar a las preguntas de la buena gente. Solo que uno de los que preguntó era el marido de la ministra Pastor y viejo amigo del todavía presidente, y que, muy curiosamente, el nombre de Bárcenas no se escuchó para nada entre los que preguntaban, pese a esa enorme corrupción que tanto ha hecho sufrir a Rajoy, según el mismo se encargó de precisar. Luego, en el día de la Constitución, volvió a lucirse y mostrarse tal cual con su declaración de que la reforma de la Carta Magna no es una prioridad; ni aparece en su programa electoral, lo que representa un incumplimiento más y una vergüenza.

Mientras, unos y otros persisten en sus lanzamientos de dardos cruzados, aunque no demasiado envenenados por aquello que tras el 20D serán inevitables los pactos y no conviene a ninguno de los partidos en liza dejar tierra quemada a su alrededor. El PP avisa de una entente entre PSOE, Ciudadanos y Podemos, que Rajoy califica de muy fuerte y Rivera rechaza, y el propio Rivera, por otro lado, entra en el mismo juego y denuncia un pacto secreto para un gobierno de coalición entre PP y PSOE, un viejo recurso que parece que vuelve a ir cobrando actualidad y que nadie ha desmentido claramente.

Desde luego, entre Rajoy y Sánchez conseguirían una incómoda y tormentosa coalición de Gobierno, pero con mayoría absoluta, a la que ahora mismo se apuntarían bastantes gerifaltes de ambos partidos, que mejor es algo que nada. Por un lado se rompería la dinámica bipartidista, ya que ninguno gobernaría en solitario, pero por el otro supondría una consagración del sistema, un más de lo mismo, un no quieres caldo pues toma dos tazas. Es una opción que casi se puede descartar, para dar paso a la más realista y prácticamente segura según todas las encuestas. Será Ciudadanos, quede en segundo o tercer puesto, el que decidirá, o bien apoyando puntualmente al PP, o bien apoyando al PSOE, o a ninguno, incluso gobernando junto a los socialistas con Rivera como presidente del Gobierno si es su partido el segundo más votado. Aunque no alcanzasen la mayoría, parece en teoría más viable el pacto de centroizquierda. En fin, elucubraciones que no dejan ni dejarán, estos días, de acompañar a la campaña. Claro que más interesante será después, a partir del día 21, cuando comiencen las negociaciones para los pactos poselectorales.