Los lunes, deportes, aunque solo sea para echar toxinas fuera de tanta política acumulada y tanta campaña electoral en marcha. Y el deporte rey, de masas, es en todo el mundo, salvo los países del béisbol como Estados Unidos y Cuba, el fútbol. En España, ese mundo se polariza entre Real Madrid y Barcelona, aunque decantándose, por historia, por currículo, por número de aficionados, a favor del club de la capital del país. De ahí, el apasionamiento que suscita cuanto ocurre alrededor de la casa blanca madridista.

Ahora, por la gran crisis que padece perseguir sin remisión a la entidad deportiva que preside Florentino Pérez. Tras su estrepitosa derrota en su campo ante los catalanes, cuando venía de perder otro encuentro ante el Sevilla, y cuando resulta más que evidente que el entrenador, el táctico Benítez, ha destrozado el equipo -tanto que ya ni siquiera Cristiano Ronaldo mete los goles de antes- , en esa situación de nervios, críticas y desasosiego, comienza la Copa del Rey, un torneo tradicional y de sumo prestigio, y el Madrid queda eliminado de la misma por una alineación indebida, al saltar al terreno de juego, en Cádiz, un futbolista que arrastraba una suspensión desde la competición anterior.

Todos y nadie han tenido la culpa del despiste, como pasa siempre en estos casos, pero aunque el club recurrirá la sanción, era lo que faltaba para agudizar la crisis, sobre todo si el asunto acaba, como parece seguro, con la eliminación automática del torneo. Precedentes a favor y en contra existen y el mismo Real Madrid, en los tiempos de Valdano, había recibido castigo por una alineación indebida. En cualquier caso, lo sucedido demuestra una enorme y preocupante falta de coordinación en un club tan poderoso, cuya cabecera ejecutiva ostenta el presidente sin mandos ni escalones intermedios con el entrenador, que si ya estaba en la cuerda floja aparece ahora como condenado a final de temporada si no es antes, para ser sustituido por Zidane, inédito como técnico en la máxima categoría pero al que su condición de mito futbolístico garantizaría el respeto del vestuario y del Bernabéu.

Naturalmente, los diarios deportivos de la capital de la nación han aprovechado, con la saña habitual, para echar más leña al fuego, con un sensacionalismo que hiede, sobre todo cuando se sabe los motivos y los intereses que hay tras tan largo y denso acoso, que el propio Florentino Pérez ya ha denunciado públicamente, lo que demuestra que no piensa arrojar la toalla. Produce pena el comparar estas actitudes con las de la prensa barcelonista, siempre apoyando a su equipo sin condiciones. Pero en el caso del Real Madrid, todos, con pocas excepciones, cooperan en esa vieja conspiración que tiene como objetivo cambiar la presidencia y el club, al que pondrían cara los viejos caciques del equipo: Sanchís, Hierro, Raúl, y hasta puede que el acabado Casillas, que se sigue tragando goles de churro en el Oporto. Detrás, o al lado habría otras personas y sectores que llevan mucho tiempo aspirando a dirigir desde la sombra el mejor equipo del mundo y sus cuantioso poder económico, social y hasta político.