Nunca hasta ahora las elecciones habían tenido tanto de lotería. El 20 de diciembre puede pasar cualquier cosa. Un solo voto, uno, puede determinar la asignación de un diputado en provincias con tres escaños. Antes ese preciado botín se repartía entre dos, PP y PSOE, pero ahora el segundo diputado en juego para cualquiera de esos dos partidos puede ir a parar a un tercero, Ciudadanos o Podemos. Por eso Pablo Iglesias y Albert Rivera miran hacia los pequeños pueblos, donde Mariano Rajoy se sube en un banco para hablar o juega al dominó, en un país en el que 15 millones de personas viven en poblaciones de menos de cinco mil habitantes. El premio gordo cae en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Cádiz, Málaga, Zaragoza, Alicante y Murcia, las circunscripciones con más escaños, pero la pedrea esta vez es de oro, tiene premio especial, acaso decisivo, en provincias pequeñas. Atentos: no es una votación en circunscripción única, como en las europeas, sino 52 elecciones simultáneas. La vieja ley D'Hondt, del matemático y abogado belga, puede deparar grandes sorpresas, porque no estaba pensada para situaciones tan ajustadas. Ahí entra en juego el azar y, un voto de más, o de menos, decide. Por eso la periodista Lucia Dalmau trata de convencer a su abuela de 80 años en el pueblo de Altorricón, de que esta vez ella sola puede decidir un diputado por Huesca. Y no le falta razón. Quien sabe si unas cuantas abuelas, como la de Lucía, están llamadas en esta lotería nacional que se rifa el 20D a decidir el Gobierno de España habida cuenta del empate múltiple que señalan algunas encuestas: en Valencia cuádruple -PP, socialistas, Ciudadanos y Podemos- o quíntuplo en Cataluña. Todo en el aire.

Las encuestas son dispares, casi todas están hechas con muestras escasas, y no se resisten ante el fenómeno de moda. A principios de año todas concedían prima a Podemos hasta que se pinchó el globo en Andalucía; daban por hundido al PSC en las municipales de mayo pero los socialistas retuvieron bastante poder en las grandes ciudades catalanas, salvo en Barcelona, o también en Madrid, menos en la capital; y ahora la moda es Ciudadanos por su buen resultado en las autonómicas del 27S. Acaso esta vez no sea moda y, si Rivera supera al PSOE en voto, hasta puede acabar encabezando el Gobierno, como parece temer el PP que confía sin embargo en ser primer partido. Pedro Sánchez aspira a sacar un solo voto más que Rajoy -no un solo diputado más- para negociar la formación de gabinete. Y el PP, aunque perderá la mayoría absoluta, espera encontrar el suelo de su caída entre 130 y 140 diputados para buscar en el mercado parlamentario otros cuarenta para gobernar. Todo eso es posible. A día de hoy, tres candidatos -Rajoy, Sánchez y Rivera, por este orden- pueden llegar a la Moncloa. Mientras, una tercera parte de electores se declaran indecisos. Quizás sean menos porque muchos no quieran declarar su voto, como esas encuestas de jóvenes en las que responden mayoritariamente que "mi partido preferido es ninguno", pero, aún así, se detecta un corrimiento juvenil desde Podemos a Ciudadanos. La campaña esta vez es determinante, para nada un trámite, y los debates están teniendo gran influencia. Una estimación indica que en estas elecciones, sumando los debates provinciales en televisiones locales y autonómicas con desconexión provincial, más radios, periódicos, digitales y universidades, el número de debates puede estar en torno a los 200. Óscar López Agueda del PSOE cree que más de 300 y cada uno influye en ese grupo de ciudadanos que puede reventar las previsiones.

Como espectáculo esta campaña no tiene parangón. Lo nunca visto hasta hoy con candidatos cocinando, escalando, bailando o cantando, a mayor gloria de los medios, eso que Cayo Lara llama la "usurpación de la campaña por las televisiones". Pero ese espectáculo puede quedar en mero aperitivo con lo que nos pueden deparar los pactos postelectorales. "El asunto promete -ha escrito Enric González en "El Mundo"- porque Albert Rivera ya ha asegurado que no votará a Rajoy, igual que Antonio Baños aseguró que no votaría a Artur Mas". En previsión de lo que puede venir y a propósito de Cataluña, Enric inventa el ingenioso término de "sadonegociación". De modo que no se descarta pasar de la fiesta de Pablo Motos, Bertín y Calleja a una emisión de torturas televisadas. Sin desperdicio, oigan.