Seguimos combatiendo con ardor guerrero al imperialismo yanqui, y en el fondo -aunque usemos argumentario progre- lo hacemos porque dio la puntilla a los restos del nuestro. Esa pasión no nos deja ver las luces del Imperio y de buena parte de sus hijos, como la majestuosa acción del fundador de Faceboock, Marc Zuckerberg, que acaba de anunciar la donación de casi toda su inmensa fortuna para promover la igualdad entre los humanos, y encima lo ha hecho en una carta a su recién nacida hija Priscilla que es una verdadera encíclica laica. No faltará quien busque explicaciones alejadas del simple y limpio humanitarismo, pero, caramba, un país y una cultura capaces de producir ese tipo de millonarios (Zuckerberg es solo un caso entre muchos) debería hacer que nos planteáramos qué buena tierra habrá en esos territorios para que florezcan flores tan magníficas, por mala hierba que haya también.