Según Paulo Coelho "Para los sabios, el oro es el metal más evolucionado. No preguntes por qué, no lo sé. Solo sé que la tradición siempre está segura. Lo que ocurre es que los hombres no interpretan bien las palabras de los sabios. Y en vez de símbolo de evolución, el oro pasó a ser la señal de la guerra".

Uno de los más antiguos tratados políticos conocido sobre el arte de gobernar, el "Artha-sastra", se debe a un pensador y político hindú, llamado Kautilya, el cual, según varios investigadores, fue un hombre sabio paquistaní, Chanakia Pandit, que vivió en el siglo IV a.C. y llegó a ser primer ministro del imperio mauria; este recibió el nombre de su fundador, Chandragupta Mauria, quien había liberado el país del yugo macedonio. Tras lo cual siguió una época de paz y prosperidad en el mismo, que dio lugar a una vasta cultura en todos los órdenes.

Este fue el primer gran imperio unificado de la India y la dinastía que lo dirigió estuvo en el poder desde el 320 a.C. hasta el 185 d.C. El territorio que conformaba dicho imperio incluía no solo la mitad norte de la India, sino también algunas zonas de Afganistán y Pakistán. Sus dirigentes formaban parte de una monarquía absoluta y teocrática que dirigía una sociedad de castas, la cual alcanzó la máxima expansión en tiempos del emperador Asoka. A este último se debe la defensa y difusión del budismo en Oriente y Occidente. Sus ideales políticos se centraban en la defensa de la no violencia, la tolerancia religiosa y el respeto por padres y mayores. (Parecen principios sencillos, pero qué difíciles de conseguir a lo largo de la historia de la humanidad).

Las huellas de su política siguen presentes en la actualidad en el emblema nacional de la India, donde aparece la reproducción del capitel del León de Sarnath, que el citado emperador hizo erigir, cerca de la ciudad de Benarés, en Uttar Pradesh, en el siglo III a.C., para señalar el primer lugar donde Buda predicó su doctrina. Se identifica con la paz mundial y los deseos de buena voluntad.

En dicho capitel aparecen cuatro leones, pero solo se ven tres en el emblema, sobre una rueda sostenida a su vez por varios animales y en la parte inferior hay una inscripción.

Los tres grandes leones representan el poder, el coraje y la confianza. La rueda es el Darma (la enseñanza, la doctrina) y los 4 pequeños animales que la sustentan son los guardianes de los puntos cardinales: el león es el norte, el elefante el este, el caballo el sur y el toro el oeste. El círculo está situado sobre un loto florido que simboliza el origen de la vida y la inspiración creativa. El lema que aparece en dicho emblema, escrito en lengua devanagari, significa: La verdad sola triunfa.

El Artha-sastra de Kautilya y los Edictos de Asoka configuran la literatura escrita más antigua conocida de la cultura mauria.

Se supone que Kautilya recopiló todo el saber anterior acerca del arte de gobernar, no solo de la política, también de la economía, del comportamiento de la sociedad y de la estrategia militar.

Algunos autores lo han comparado con "El Príncipe" de Maquiavelo, aunque su teoría es mucho más radical. El maquiavelismo se ha identificado con maldad, pero también con la astucia para poder analizar reacciones humanas incorrectas para que a partir de una serie de reflexiones intemporales seamos capaces de comprender los juegos del poder, sacando provecho de ello. Esta teoría se aplica, a su vez, a la vida cotidiana.

Y ¿qué es eso de los juegos de poder? Claude Steiner los define de muchas maneras, entre otras como una transacción o unidad de intercambio social, un intento de una persona por controlar a otra, en definitiva, una maniobra de dominación consciente.

Los usamos cuando creemos que no podremos conseguir lo que queremos.

Hay numerosos tipos, pueden ser físicos, dar palmaditas en la cara o en la espalda a alguien, y psicológicos, las mentiras que se desprenden de discursos, de la publicidad o de la propaganda.

En el fondo, todos tienen que ver con la idea de posesión, de acumular riqueza.

Las reflexiones que Kautilya nos ofrece en los 15 libros que componen su tratado, son muy variadas.

Una de ellas tiene que ver con la riqueza: "La subsistencia de la humanidad se llama artha, riqueza; la tierra que contiene a la humanidad es también llamada artha, riqueza, la ciencia que trata de los medios para adquirir y mantener la tierra es la Artha-sastra, ciencia de la política".

Es decir, que la ciencia que enseña a obtener y conservar la tierra o el continente que sustenta a la humanidad y que es la riqueza, es la base del poder político. (Desde siempre, los que nos gobiernan han convivido con el oro, el metal más evolucionado).

Salvando la distancia temporal y las costumbres de aquella época, en dichos libros se propugna una economía eficiente, se analiza el arte de gobernar, se ofrece un compendio sobre aspectos legales y burocráticos para bien administrar el reino, se hace hincapié en la agricultura, ganadería, minería, medicina, fauna y bienestar social (se explica cómo repartir la riqueza durante periodos de sequía o hambruna) y se desarrolla una ética colectiva para mantener unida a la sociedad, la disciplina, las funciones del rey, cómo se deben llevar a cabo los consejos de Estado, los castigos y deberes y un largo etc.

A pesar de haber pasado bastantes siglos desde que se escribió, nos ofrece la posibilidad de saber cómo eran los políticos ideales para aquellos hombres de hace tantos siglos. Nos resume así el autor las características ideales de un oficial ministerial, léase político, el cual debería ser, entre otras cosas: bien educado en las artes, poseedor de previsión, sabiduría, gran memoria, valiente, elocuente, hábil, inteligente, poseedor de entusiasmo, dignidad, merecimiento, puro de carácter, afable, firme en la devoción leal, dotado de excelente conducta, fuerza, salud, ánimo, libre de demora, volubilidad y afección y libre de aquellas cualidades que excitan el odio y la enemistad.

También se analiza en dicho tratado cómo descubrir desviaciones de impuestos realizadas por funcionarios corruptos y el examen de la conducta de los servidores públicos.

Todo esto nos lleva al análisis de la situación que se ha planteado en estos momentos en el mapa mundial, los gobernantes de los países que deberían unirse para poder parar la atrocidad que se está cometiendo por fanáticos descontrolados discrepan con virulencia en cómo enfrentarse a tal fenómeno, se dedican a oponerse unos a otros, mientras los hombres-bomba siguen sembrando el terror por donde pasan.

No hemos evolucionado nada. Siguen creciendo los conflictos entre gentes diversas, incluso entre aquellas que militan en el bando de los que defienden la libertad. Al parecer nunca se pondrán de acuerdo, porque a pesar del tiempo que llevamos conviviendo en la tierra, no hemos aprendido a interpretar las palabras de los sabios, porque en el fondo lo que se juega en el mapa que nos incumbe es el oro, las reconocidas como riquezas de la tierra, llámese petróleo, gas, el comercio armamentístico, la posesión de territorios estratégicos, el tráfico de sustancias y personas, el agazaparse y no dar la cara ante los problemas reales de la gente, ante unas elecciones que solo valen para ocupar el sillón de gobernante del Estado, en fin, un cúmulo de sinrazones que nos llevan a vislumbrar que en vez de símbolos de adaptación, aún necesitan las sociedades conseguir entender los problemas para poder interpretar las señales de la guerra, las cuales tienen que ver tanto con la economía como con las atrocidades que los asesinos cometen.

Dan fe muchos políticos en estos momentos de confrontación de su ineptitud y egoísmo, de su falta de coraje y no ofrecen a estas alturas mucha confianza, y por si eso fuera poco, en vez de aportar soluciones y verdaderos cambios en la forma de gobernar, se vuelven todos los candidatos locos por aparecer en los medios de comunicación, para hablar del tiempo, para enseñar sus huertos ecológicos, para que sepamos si les gusta el fútbol o si bailaban cuando eran jóvenes, lo bien que marcha la vida o lo bien que marchará si llegan al poder ellos en lugar de los otros.

Mientras tanto los ciudadanos nos movemos en un mar de dudas al no entender cuáles son las reglas y de qué va la estrategia de este último juego de poder que nos supera.

De momento, lo único que se cumple es que la mayoría de quienes nos dirigen va detrás del oro, y con su actuación hemos acabado creyendo que la verdad sola no triunfa nunca.