últimamente muchos cristianos han muerto a manos del Estado Islámico en Siria. La Iglesia se encuentra amenazada por radicales islámicos -entre otros-. Cuando en la eucaristía repartimos el Cuerpo del Señor tenemos la desconfianza de que alguien pueda guardárselo para profanarlo de una manera similar a la de la exposición de Pamplona. Muchas más cosas cotidianas como la enfermedad, la injusticia o la falta de moral de quienes deberían ser referentes de la sociedad forman un cúmulo de situaciones que nos hace desesperanzarnos.

El verdoso color esperanza que la liturgia usa cuando no celebramos otra fiesta -lo que solemos llamar tiempo ordinario- nos indica la muy peculiar espiritualidad cristiana basada en la esperanza: esperar a que el Señor Jesús vuelva, esperar que volveremos a la situación ideal del paraíso, esperar contra toda desesperanza a que podamos hallar la paz entre todos los hombres. Pero comenzamos el tiempo litúrgico del Adviento en el que se intensifica la esperanza en que el Señor viene. El color morado con el que veremos adornados altares, ambones y que se utiliza para los ornamentos de los sacerdotes nos indica un carácter penitencial. Si nuestra fe está unida a la verdosa esperanza durante todo el año y nos compromete para llegar a hacer realidad nuestra esperanza de que el Reino de Dios se haga presente, en este tiempo vivimos la morada esperanza de saber que a pesar de nuestros errores, por lo que hemos de hacer penitencia, el Señor viene, no nos deja, nos llena de esperanza, nos prepara a su venida final contemplando su primera venida, recordándonos que viene cada día en la eucaristía, la palabra, los pobres y la comunidad reunida. Estamos comenzando un tiempo nuevo, un tiempo de esperanza, de esperar a pesar de nuestros errores y de los acontecimientos, esperar porque el Señor nos perdona. El evangelio que inicia este tiempo nos invita a no distraernos: "no se os embote la mente con el vicio, la bebida y el dinero". No podemos dejar que este tiempo nos ocurra como "de ordinario": que no nos demos cuenta de que la fe es sostenida por la esperanza y de que la esperanza sostiene cada paso de nuestra vida cristiana.

En este tiempo de adviento es necesario alzar la cabeza y contemplar los signos de los tiempos con esperanza. Más allá de lo que nos desespera hay signos de esperanza que a veces pasan inadvertidos porque no son noticia? Como Jesús cuando nació en un pesebre y solo se enteraron unos pastores.