Pedro Mario y Óscar Manuel no son precisamente una novedad. Son ya muchos años los que llevan convirtiendo a Benavente en una de las referencias culinarias más importantes del noroeste peninsular. Su restaurante "El Ermitaño" se ha convertido en parada obligatoria para muchos de los que surcan la A-6 y la Ruta de la Plata.

Ya tuvieron una estrella Michelin, como la tuvo otro grande, Antonio González en su Rincón de Antonio en Zamora, en aquellos años en los que parecía que la provincia se decidía a recuperar un remoto pasado de esplendor para buscar un mejor futuro a corto plazo. Por aquellas cosas sutiles y no siempre objetivas, ambos restaurantes perdieron ese prestigioso reconocimiento unos años después, hasta que esta semana hemos sabido que desde ahora en Benavente vuelve a brillar.

La búsqueda de la excelencia en cualquiera de las actividades humanas marca la diferencia de los mejores frente a los demás. En estas tierras, somos muy poco dados a primar ese esfuerzo suplementario de los que nos hacen a todos un poco más grandes por su mayor autoexigencia, a aquellos que nos dan una lección de éxito cuando este viene del sacrificio, la vocación y el trabajo coherente. Por eso me alegro mucho más cuando afloran ejemplos como el de "El Ermitaño" al recuperar una estrella que no los hace mejores, pero sí más conocidos y más atractiva a Benavente y al conjunto de nuestra provincia. Y no olvidemos que, hoy por hoy, pese a las políticas a veces un tanto erráticas y sin estrategia a largo plazo, es precisamente el turismo nuestra principal opción de progreso a la espera de otras en las que no se ha indagado lo suficiente de momento.

Hace unas semanas era una pequeña frutería en la capital, "La Huerta de Bea", en plena confluencia de Cardenal Cisneros con las Tres Cruces, la que lograba entre miles de candidatas el reconocimiento como mejor frutería de barrio de España. Ahora "El Ermitaño", confiemos en que todo sea tan solo un suma y sigue al que se vayan sumando otros y que estos no tarden en llegar.

Como otra muy agradable novedad que aún no alcanza al mes y medio que se ha hecho realidad. Otro clásico en la restauración provincial, "El Labrador", del monstruo Cecilio Lera, deja el Mesón que lo ha acogido durante décadas y cambia de sitio y nombre, sin abandonar Castroverde de Campos, a un nuevo y acertadísimo local. Allí Cecilio, en la dirección e inspiración, y Minica, entre pucheros y fogones, dan el impulso definitivo para continuar adelante aunque cediendo los galones de mando a Luis Alberto en lo que ya es el "Restaurante Lera". Un sitio donde comer con el sabor de siempre pero mejor que nunca. Las horas vuelan cuando se disfruta y eso es lo más característico de un lugar que empieza también a oler a estrella.

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