No es la primera vez que escribo sobre Monleras, municipio salmantino muy próximo a Ledesma y, si no fuera por la barrera de las aguas del embalse de Almendra, a la provincia de Zamora. Todos los que conocen mi pasión por el mundo rural saben que Monleras es mi ojito derecho. Las razones son obvias: es uno de los mejores ejemplos de desarrollo local y comunitario que conozco, tanto a nivel regional, nacional e internacional. Con apenas 250 habitantes censados, Monleras posee unos servicios, infraestructuras y equipamientos culturales modélicos, es un hervidero de actividades educativas durante todo el año y un escaparate de proyectos de desarrollo innovadores, únicos e irrepetibles, que se han convertido ya en referencia para otras zonas de España.

¿Qué ha sucedido en Monleras para que ejerza una atracción en tantas personas interesadas por el presente y, sobre todo, el futuro del mundo rural? ¿Cuáles son las claves de un modelo de desarrollo y de convivencia vecinal tan particular que ha sido reconocido por distintos organismos nacionales e incluso internacionales? En definitiva, ¿por qué fascina tanto Monleras a quienes pisan sus calles o hablan con sus gentes por primera vez? No son fáciles las respuestas, aunque, en mi modesta opinión, hay una que apenas se tiene en cuenta a la hora de gestionar los asuntos públicos en cualquier municipio, sea grande, mediano o pequeño: la complicidad y la cooperación entre los responsables políticos y las personas del lugar, es decir, que siempre se deben emprender proyectos de desarrollo contando con los intereses y la participación activa de la población. Porque está demostrado que las iniciativas de desarrollo que son impuestas desde fuera o que son controladas por las élites políticas, económicas o sociales de un territorio están condenadas al fracaso.

Todos deberíamos aprender de quienes han sido capaces de creer en las fuerzas y potencialidades de la población, como en el caso de Monleras. Si vuelvo a escribir sobre esta localidad salmantina no es únicamente porque sus gentes me volvieron a atrapar el viernes pasado en la salida de campo que realicé con mis alumnos de la Facultad de Ciencias Sociales, sino porque estas iniciativas pueden y deben convertirse en referentes para otros municipios de Castilla y León. Monleras es un ejemplo que echa por tierra los discursos pesimistas que insisten en que el mundo rural apenas tiene futuro. Aunque es verdad que es una experiencia minoritaria, no obstante, yo disfruto cuando compruebo que hay personas o grupos que, lejos de sentirse derrotados por las adversidades del día a día, tiran del carro y piensan que el ámbito municipal a pequeña escala es un instrumento poderoso para cambiar las cosas. Quienes no creen en estas cosas es imposible que sospechen que otro futuro es posible también en el mundo rural. Que vayan a Monleras y lo vean con sus propios ojos.