En los últimos días el terrorismo se ha cebado en París, Beirut, en el Sinaí y en Nigeria. Solamente, ante la barbarie de los atentados yihadistas en Francia, la mayoría de nuestros gobernantes y políticos han pedido unidad con gran vehemencia. Y estoy de acuerdo. No podemos dejar ni un resquicio abierto que demuestre debilidad ante las atrocidades de la Yihad. Pero aclaremos que eso de unidos no significa "revueltos".

Unidos para sentir que todos estábamos con París. Que todos hemos perdido con los seis atentados. Que todos lloramos a los fallecidos en París. Todos debemos permanecer juntos y fuertes ante la masacre de los terroristas yihadistas del ISIS, pero todos, absolutamente todos, islámicos también.

El caso es que, lamentablemente, muchos demócratas musulmanes, especialmente las comunidades islámicas en la capital gala y belga, temen las reacciones salvajes de algunos patrioteros ante los ataques, que han dejaron 132 muertos y más de 350 heridos.

Cánticos a favor de la libertad y la paz sí; cánticos de la "Marsellesa", sí; pero banderitas y bandas nacionalistas, islamofobia, estigmatización, gritos vejatorios y amenazantes a los musulmanes, y demás atajos antidemocráticos, no.

Pasados ya estos primeros días de luto, de flores y velas, de pánico, miedo, condenas rotundas, protestas multitudinarias, llamadas a las uniones interesadas y a los cánticos patrioteros contra la barbarie, toca ahora buscar soluciones eficaces para derrocar a ISIS y no solo lanzar soflamas belicistas.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias hablaba en parecidos términos y matizaba su apoyo al pacto español antiyihadista. Cuidadito con este pacto del PP de Rajoy, avalado por el PSOE de Pedro Sánchez, y al que se quiere enganchar también el C´s de Rivera. Que sea algo más positivo que una mera estrategia electoralista pepera.

No podemos caer en los errores del pasado tratando inadecuadamente el tema islamista. Las democracias europeas y norteamericanas fracasamos en las estrategias sobre Irán, Afganistán, luego Irak, Emiratos Árabes, Palestina, Libia, Egipto, Líbano, Siria? Y así nos va.

Hemos desarrollado un discurso belicista, vengativo, de construcción del "enemigo colectivo Islam" en vez de un discurso de comunicación, diálogo, de paz. Hablamos de guerra contra el Islam y eso salpica indiscriminadamente a todos los musulmanes, árabes, chiitas, sunitas, kurdos, de África, Asia, América y Europa.

Nuestro ministro de la porra, la cruz y la mordaza, Fernández Díaz, contraataca diciendo que no es venganza sino seguridad y libertades. Eso es lo que se cree él, pero que mida bien lo que evocan sus incendiarias declaraciones bélicas. Anteponer, sistemática e hipócritamente, seguridad y militarismo sobre libertades cívicas puede retrotraernos a épocas de triste recuerdo.

Los yihadistas operan en todo el planeta y deben ser perseguidos y aniquilados, pero se debe evitar el castigo al conjunto de la población musulmana. Las víctimas más numerosas -en demasía- son los miles de muertos en Oriente Próximo y los millones de refugiados por causa del atroz terrorismo del Califato Islámico.

Este aumento de la estrategia del miedo y de la venganza guerrera lanzada por Rusia y Francia empuja a radicalizarse a los demócratas más moderados europeos, pero también a los islámicos no terroristas.

Eso no significa que no nos defendamos contra el terrorismo de la Yihad con contundencia y con las armas (leyes e instrumentos democráticos). Pero que dominen por encima de los remedios bélicos las soluciones policiales antiterroristas contra la financiación de esos grupos. Mejor controlar eficazmente los orígenes de esas operaciones económicas y de infraestructura que arrasar vidas con bombardeos indiscriminados.

Akbar Ahmed, un experto internacional en el islam contemporáneo y exembajador de Pakistán en Reino Unido, nos advierte de que el problema que llevó a los ataques de París no proviene tanto de Medio Oriente sino de los propios suburbios musulmanes de las ciudades francesas, belgas y alemanas. Ahmed y otras voces expertas piden que urgentemente se reflexione, examinando y atajando las causas, los orígenes y las consecuencias del radicalismo terrorista del nuevo Califato Islámico.

Acusa al gobierno francés -y a otros europeos- de no hacer lo suficiente para evitar la marginación de esas comunidades que sienten realmente la falta de integración, la exclusión social y económica.

De nada valen las vengativas arengas belicistas. No es una lucha entre civilizaciones y barbarie. No es cuestión de guerra santa de Occidente contra los islamitas. El Islam no tiene nada que ver con estos terroristas de poca monta, que son en su mayoría musulmanes franceses o belgas locales.

La mayoría de los analistas internaciones sostienen desde hace tiempo la hipótesis de que el yihadismo global le conviene a algunos. Y afirman rotundamente que los países del RIC (Rusia, India y China) quieren dominar la zona para controlar desde Siria, Irak, Irán, Pakistán y Afganistán sus intereses geopolíticos y económicos. Rusia usa la guerra al yihadismo para elevar su influencia en Asia Central. Putin ha acordado con los países exsoviéticos de la región reforzar la vigilancia de sus fronteras exteriores ante la amenaza del Estado Islámico.

Necesitan dominar la ruta del dinero, de la venta de armas y de las drogas. Necesitan paso libre por Siria, Líbano e Irak, para sus negocios y sus oleoductos petrolíferos. Y eso lo impide el Califato Islámico de ISIS al RIC y a la Coalición Occidental.

EE UU, la OTAN, Francia y otros países, llevan meses bombardeando Siria e Irak, pero no se atreven a arrancar el yihadismo de Pakistán, Jordania y Arabia Saudí. Es más, informes oficiales de la CIA, del Servicio de Inteligencia ruso y del Mossad israelí, elaborados desde el 2001 hasta la actualidad, no dudaban en afirmar que Al Qaeda se financiaba antes, y ahora el yihadismo, gracias "particularmente" a donantes muy cercanos al poder institucional de Arabia Saudita, de varios emiratos árabes y de algunos países del G-20. Estos atentados parisinos rebasan la capacidad logística de los yihadistas europeos. Muestran una organización y una sofisticación inusual y muy avanzada con apoyo externo.

La UE ha aprobado la Legítima Defensa Colectiva, que conjuntamente con Washington y Rusia busca consolidar una coalición internacional. Pero defenderse de la barbarie yihadista va más allá de la pomposa declaración de guerra global a unos terroristas sin estado jurídico ni físico. ¿Aniquilaremos solo así a los yihadistas? Los talibanes, la antigua Al Qaeda aún sigue actuando ¿Se ha logrado algo positivo en Afganistán después de destrozarla? Se asoló Irak, se destruyó Líbano, qué hemos conseguido. Ahora arrasaremos Siria? Los terroristas permanecerán emboscados en otras regiones, con otros nombres y con nuevas tretas infernales.

El presidente francés Hollande, en su afán electoralista de conseguir votos que no tiene ya, nos empuja a un conflicto bélico cuando solo se trata de una profunda operación terrorista mixta. Guerra, no señor Hollande. Unidos contra la Yihad, sí; pero "revueltos" en sus batallas e intereses, no.