En realidad nunca se ha ido. Sigue ahí, apostado tras los descuidos en la prevención y el exceso de confianza, dispuesto a dar un salto cualitativo y cuantitativo, después de varios años de caída y otros más de estancamiento, sobre los colectivos más vulnerables a sufrirlo. Según recientes estudios, los casos de sida aumentan en España de forma preocupante. El aumento no es como para echarse a temblar, pero sí como para tenerlo muy en cuenta porque afecta fundamentalmente a jóvenes que no vivieron aquellos años en los que el VIH no parecía tener solución, abocando a una muerte segura a sus portadores.

Las buenas noticias que han propiciado las investigaciones científicas al respecto del sida, es posible que hayan provocado, en parte, este rebrote. La población actual de riesgo, posiblemente menos concienciada, no ha visto en la posibilidad del contagio la amenaza mortal que pesó cual espada de Damocles sobre las generaciones anteriores. Aquellas que fueron sus víctimas propiciatorias. El VIH barrió, solo en África, a varias generaciones. Zamora cuenta con un magnífico comité Ciudadano Antisida que ha venido realizando en los años aquellos de la explosión del sida una magnífica labor de concienciación, de información, de divulgación. Si últimamente están más silentes, es posible que sea debido a la caída y estancamiento del sida. Pero ahí están, garantizando con su trabajo que el VIH no sea un problema en Zamora.

En el País Vasco y Navarra el aumento de los casos de sida entre homosexuales preocupa a la autoridad sanitaria. No es para menos. Los casos de sida diagnosticados en hombres homosexuales han crecido de forma constante y sostenida. Y es que el perfil de los nuevos enfermos ha cambiado sustancialmente. La mayoría de las infecciones no proceden del mundo de la droga, sino de las relaciones homosexuales. El sida se está cebando con este colectivo. Cabe pensar que algo no se está haciendo bien. Que algo está fallando. Que se ha bajado la guardia demasiado pronto.

No sé dónde está la solución. A lo mejor deberían plantearse nuevas campañas de información sobre esta enfermedad que, a día de hoy, sigue siendo una amenaza, sobre todo para los más jóvenes, más inexpertos, más confiados. No podemos hablar de calidad de vida cuando se retrocede sensiblemente en un aspecto que, desgraciadamente, lejos de ser una amenaza, se ha convertido en una realidad a la que hay que hacer frente. Y no sé si estaremos preparados para ello. Con algo tan sencillo como la recomendación del preservativo es posible que se pudiera poner una barrera infranqueable entre el sida y el colectivo de homosexuales que vuelve a estar en el ojo del huracán.

No hay que estigmatizar a nadie. Hay que ayudar. Hay que profundizar en la colaboración entre las distintas administraciones para que el VIH no se enseñoree de la estadística que parecía haberse librado de una lacra que rebrota sin piedad.