Una semana después sigue la conmoción ante la trágica matanza de París y las reacciones no dejan de producirse, en unas secuencias, incluida la muerte de dos terroristas más, que provoca que en España, que vivió hace once años, el 11-M, una cadena de terribles atentados semejantes, se estén viviendo los sucesos de Francia desde una perspectiva del horror especialmente sensible.

Es la guerra, dijo Hollande, el presidente de la República del vecino país, la guerra de los yihadistas contra la civilización occidental, y continuando la doctrina de Bush como respuesta a la masacre de las Torres Gemelas de Nueva York, aviones franceses bombardearon duramente la ciudad de Raqa, en Siria, en poder del Estado Islámico, el grupo terrorista que ha tomado el relevo de Al Qaeda, por lo que parece, y que dotado de un ejército de fanáticos asesinos, muchos de ellos procedentes de países de Europa, avanza dejando tras si un reguero de odio, sangre y muerte. A los bombardeos franceses se ha unido de inmediato Putin y los aviones rusos atacan las posiciones de los islamistas también en Irak.

La unión total contra el terror yihadista se contempla, por todos los dirigentes mundiales como la única solución posible para hacer frente a una amenaza que ya lleva mucho tiempo convertida en dolorosa realidad. El vicepresidente de Estados Unidos visitará estos días a Hollande y a Putin para coordinar las medidas conjuntas a adoptar, aparte de las que se tomen en cada país. Allá, en USA, los republicanos han pedido a Obama que suspenda la acogida a refugiados sirios hasta que exista la certeza de que no suponen peligro. Y en España, Rajoy ha expresado su solidaridad y colaboración, algo en lo que obtiene el apoyo sin reservas de todos los partidos políticos, con la excepción de Podemos que desde una tibia ambigüedad rechaza abrir una nueva guerra como las de Afganistán e Irak, en las que siempre pagan justos por pecadores. Por lo cual, y de cara a las elecciones, el Gobierno teme ahora que el no a la guerra pueda volver, y volverse en su contra más exactamente, como ya ocurriera cuando Aznar apareció en la foto de las Azores -pero ¿qué pintaba este hombre allí?- y la izquierda saliera a la calle a protestar.

Cada cual tiene sus razones y pueden ser legítimas. Pero un fondo de preocupación, al menos, por diluido que se encuentre en la cotidianidad social, es fácil detectar estos días en una sociedad a la que ya tocó vivir una tragedia similar de todavía mayores proporciones. Los terroristas no han dejado nunca de anunciar que España, Al Andalus en concreto, es el gran objetivo irrenunciable del yihadismo en su loco empeño. El ministerio de Interior no ha aumentado oficialmente el nivel de alarma existente pero confirma que se han extremado las medidas de seguridad y se han incrementado las fuerzas del orden encargadas del control y la vigilancia policial.

Por su parte, la Unión Europea ha aceptado, por primera vez en su historia, activar la clausula de defensa colectiva, que obliga a los países miembros a prestar ayuda en caso de agresiones como la sufrida por Francia. Frente común contra el terrorismo, sin ambages ni paliativos de ninguna clase.