Cuando el mes pasado se daban a conocer los datos de la EPA, la encuesta de población activa, que registraba una positiva versión de la caída del paro, lanzaron los pregoneros del Gobierno y del PP una exultante campaña de autosatisfacción y propaganda, declarando o casi una vez más el fin de la crisis, y con las elecciones generales de diciembre como objetivo para recuperar votos perdidos. Una autosatisfacción que parecía ser superior, incluso, a la sentida, se supone, por quienes habían encontrado empleo, aunque fuese en precario, temporal o incluso por horas.

Solo que nadie con dos dedos de sentido común cree ya a los del PP o el caos. Enseguida, los datos de los demandantes de trabajo en las oficinas de empleo en el pasado mes de octubre reiteraron, por tercer mes consecutivo, que el paro volvía a aumentar, una vez acabadas las habituales contrataciones del sector servicios para los meses veraniegos y más turísticos. En algunos sitios, como en Zamora, el dato era y es muy alarmante por cuanto suponía nada menos que más de 1.500 parados más en tan corto lapso de tiempo. Ante lo cual, Gobierno y PP volvieron a lo de siempre, a la mejoría del empleo en general, y pese a todo, como seguían probando los datos manejados en el ejercicio actual.

Esos efectos tienen sus causas, y así, a nivel local porque ni siquiera es necesario ir más lejos en cuanto a otras regiones se refiere, resulta que en la despoblada Castilla y León, y ya más concretamente en la muy despoblada Zamora, solo de enero a septiembre del presente año 3.728 zamoranos han salido de la capital y la provincia con el fin de buscar trabajo y lo han conseguido. Es la cifra de emigración laboral más alta de la última década y, se quiera o no se quiera, explica la reducción del número de las personas que demandan empleo en las oficinas del antiguo Inem, ahora el Ecyl. Esa es la causa principal y no otra, aunque no se trate siempre de trabajadores que abandonan su tierra natal, al menos no en principio, aunque ese suele ser el comienzo del éxodo definitivo y de la despoblación territorial.

Como acaba de señalar en Valladolid Albert Rivera, el candidato de Ciudadanos a la presidencia del Gobierno, no se puede estar inmerso en una espiral de inversiones para obras públicas -caso del inmenso derroche del AVE- que generen puestos de trabajo y rédito político pues esa no es nunca la solución sino un parche muy caro, por lo que es responsabilidad del Estado favorecer las condiciones económicas y sociales para que las empresas creen empleo. No entenderlo así, como ha ocurrido con Zapatero y Rajoy, es conducir la situación por malos derroteros, aumentar la deuda del país, incrementar las desigualdades y hacer que mientras los ricos son cada vez más ricos, los pobres sean cada vez más pobres, con ese 30 por ciento al borde de la pobreza y la exclusión que registran los informes de Cáritas. En Zamora, su diócesis ha prestado auxilio, el año pasado, a más de 20.000 personas en los centros de caridad distribuidos por la provincia, y a la Junta han llegado 457 peticiones de zamoranos solicitando las subvenciones previstas para el alquiler social. No, parece evidente que Zamora no va bien.