Solo diez meses después de la matanza terrorista en París contra la revista de humor "Charlie Hebdo", el horror y el terror yihadista ha vuelto a envolver la capital de la vecina Francia en una jornada aciaga, un auténtico viernes y 13 negro que ante la conmoción del mundo ha dejado no menos de 127 muertos y más de 200 heridos, 80 de los cuales de gravedad.

Los ataques del terrorismo islámico, pese a la extrema vigilancia que las fuerzas de seguridad francesas venían ejerciendo al respecto desde el atentado en enero a la publicación satírica que caricaturizó a Mahoma, se produjo a la vez y en distintos puntos diferentes de la ciudad, entre otros cerca del estadio en el que se jugaba el partido amistoso Francia-Alemania, y en una de las más conocidas salas de concierto, que es donde la masacre ha sido mayor y más cruel. También murieron siete integrantes de los grupos asesinos al hacer estallar diversos artefactos explosivos que llevaban consigo. Una técnica terrorista del yihadismo ya muy conocida en el mundo, por desgracia, pero que sigue repitiéndose y que resulta cada día más amenazante, coordinado ahora por ese Estado Islámico que se ha apresurado a reivindicar la carnicería de París y que se encuentra no solo ya a las puertas del continente europeo, en las fronteras de Turquía, sino dentro de la misma Europa, y de todo el mundo en realidad, y que golpea con la saña de los ingratos en muchas ocasiones, como lo demuestran sus repetidos ataques a la nación francesa que siempre ha abierto los brazos a quien ha llamado a sus puertas.

El presidente Hollande, que asistía al encuentro de fútbol y hubo de ser evacuado por la policía ante el estado de alarma que se produjo en París, decretó de inmediato el estado de emergencia mientras las fronteras europeas se cerraban y la noticia de los atentados en cadena sacudía las conciencias. Todos los jefes de gobierno han ordenado medidas de máxima seguridad, entre ellos Rajoy, en España, que ayer por la mañana declaraba su confianza en que el mundo libre no dejaría de luchar para erradicar el terror islamista, a la vez que se incrementaba el control y la vigilancia por parte de las fuerzas del orden nacionales.

Y es que en España aún se sufre en carne viva la masacre del 11 de marzo de 2004, cuando los terribles atentados en cadena en trenes y estaciones de Madrid costaron la vida a casi 200 personas y otras muchas sufrieron heridas de las cuales aún padecen secuelas. Por ser similar la matanza de París, hasta el final de los terroristas ha sido el mismo, inmolándose en su fanatismo tras el múltiple crimen. Así que aquí la sensibilidad y solidaridad ante esta tragedia y similares se exacerba. También Londres, pocos meses más tarde, sufría la venganza yihadista, a lo que han ido uniéndose otras amenazas y otros atentados, en cualquier parte, mientras la ola terrorista del islamismo prosigue su siniestro avance.

Un hecho trágico ante el cual la indefensión se hace notable, por su forma de producirse, y al cual por tanto hay que enfrentarse desde el control y la vigilancia más rigurosos y exhaustivos, sin fisuras. En eso confía la sociedad para acabar con el terror y el horror de los atentados perpetrados por el yihadismo.