No entiendo la mendicidad callejera que se establece a las puertas de los supermercados, existiendo como existen nobles instituciones como el Banco de Alimentos que Zamora debe a Rogelio Conde y Agustín Losada, gracias al interés puesto por ambos zamoranos en su implantación en Zamora, y Cáritas Diocesana. Y no lo entiendo porque hay mucha trampa con el cartón pertinente en esa forma de indigencia. No es la primera vez que escribo sobre mendicidad con mendacidad, es decir con engaño, con mentira, con falsedad. No es la primera vez que quedan desmontadas ciertas actuaciones y demostrada la mala fe con la que ciertos presuntos indigentes actúan. Es doloroso que algunas personas se aprovechen de la buena fe, de la generosidad, de la solidaridad o de la caridad, llámelo usted como quiera, de quienes tiran de monedero o salen con un producto destinado al que pide que, de entrada, ya me parece terrible eso de pedir.

La puerta de un céntrico supermercado tiene un fijo continuo, un chico joven, estimo por su acento que proveniente de un país de la Europa del Este, del que hace tiempo sospecho que no es oro todo lo que reluce en torno suyo. Y argumento. Un destacado líder socialista de otro tiempo, en cierta ocasión le abordó con una amabilidad y una prudencia exquisitas y apelando a su juventud le dijo que era una pena que desperdiciara su tiempo pudiendo aspirar a algo mejor. Se hizo el longuis, se echó a reír con sonrisa nerviosa y como que con él no iba la cosa. Delante de mí, le han ofrecido trabajo y vuelta al papel que mejor se tiene aprendido, el longuis, el que no entiende, el que no sabe lo que le están proponiendo, cuando para otras cuestiones es de una agudeza extraordinaria.

Lleva años apostado a la puerta del súper de marras. El viernes cuando, tirando de mi carrito de la compra, me disponía a entrar, me espeta, casi musitando, como para no ser oído por los demás: "carne de pollo". Por si no había entendido bien, le pregunté: "¿qué dices?", a lo que me respondió: "carne de pollo. Quiero carne de pollo". O sea, que ni voluntad, ni caridad, a la carta. ¡Y yo quiero un marido millonario, un chalé en Marbella y un piano gran cola por dos reales! No me pareció de recibo. No es la primera vez que le indico la posibilidad de dirigirse a Cáritas o al Banco de Alimentos y como si no me entendiera, como si yo hablará en el frustrado esperanto. Pero cuando necesita galletas o cola-cao, fruta o como en mi caso, carne de pollo, emplea un castellano correctísimo, fácilmente entendible. Si es verdad que en Zamora hay Servicios Sociales, cosa que cada día que pasa pongo más en duda, estimo que deberían intervenir. Y si en el caso que comento hay algún tipo de fraude, por favor, que actúen en consecuencia. Porque a mí me duele el euro que le da o la bolsa de tomates que le compra una pensionista entrada en muchos años que a lo mejor se lo quita de ella para dárselo a alguien sobre el que somos muchos los que sospechamos que algo no encaja.