Se hará verdad lo que afirma Italo Calvino de que la ciudad algún día, por inoperancia llegue a apagar nuestros deseos? Cada vez lo veo más posible pues son tantos los ataques que ha sufrido en estos últimos cincuenta años, que las señas que la han definido en su historia, van a hacerla pronto irreconocible. Ya lo es para la gente mayor, que cuando contemplamos los retazos de como ha proyectado su extensión, nos resistimos ya a considerarla como nuestra. Y ya es meritorio el de que sus propios moradores la invoquen y se sientan unidos al destino de la vieja ciudad. ¡Menudo esfuerzo el de salvar el hondo vacío que se ha abierto entre la vieja y la nueva ciudad!

Hay una fecha decisiva que sentencia los derroteros que marcaron el desarrollo futuro de esta ciudad. Coincide con los últimos años del régimen franquista ,y consistió en el "sventramento" de la Avenida, término italiano que no hace falta traducir, y que consistió en liquidar una forma de crecimiento que había regido la expansión de la ciudad, coincidiendo con la bonanza económica de principios del siglo XX y que había logrado soluciones meritorias de transición entre la vieja ciudad y las tierras de labor de la periferia.

Por más que intento compartir este sentimiento de frustración con las gentes que por edad o por conocimiento, puedan ayudar a formar un cuerpo de opinión que influya en las políticas municipales y gubernamentales, solo encuentro silencio. Y el más sonado, el de los profesionales que se ocupan de las tareas múltiples de la intervención urbana, que es propia de su quehacer. Respecto a los políticos, toda precaución es poca. Tal vez el nuevo Gobierno municipal pueda estar más sensibilizado que todos los precedentes con los problemas de la vieja ciudad, pero la debilidad de su pulso vital impide que puedan competir con los problemas acuciantes que hay que atender de forma perentoria en las zonas de nueva expansión. Como no existe una conciencia cívica que potencie la capacidad operativa para hacer frente a los problemas que demandan un trato especial de nuestra vieja ciudad, los Gobiernos municipales, se van a ocupar preferentemente de otras demandas, presionados por grupos de ciudadanos que ven amenazada la calidad de su vida cotidiana. ¿Qué otros grupos pueden hacerse presentes, y que demuestren su interés por la ciudad antigua? Pues los grupos empresariales que explotan actividades de tipo turístico. Poco se nota el peso de su influencia para potenciar zonas clave como son el entorno de la Catedral y Castillo. Y el derrotero que están tomando las últimas actuaciones en dicho entorno, alejan la posibilidad de las actuaciones de carácter público capaces de abordar la complejidad de los aspectos que tiene este entorno. No solo está pendiente el desarrollo de zonas digamos focales como el señalado, también habría que referirse a otros como la remodelación de los bloques de vivienda enfrentados al puente romano con el proyecto de un parque lineal bajo murallas, o la recuperación de la forma urbana perdida de la Plaza Mayor en aras de una restauración que difuminó la forma de dicha plaza, el conjunto de más alto nivel representativo de la ciudad, actuaciones que pondrían en marcha energías que permanecen ocultas, pero que sin duda estimularían la recuperación de su tejido residencial próximo, hoy día agonizante. Ello no quita que la empresa de renovación de este casco viejo tiene que generarse a partir de programas y financiación creadas por parte de las administraciones públicas, como es la autonomía de Castilla y León. No se entiende que un país con limitaciones económicas más estrechas que las nuestras, como es Portugal, tenga programas de rehabilitación de viviendas con un parque mayoritariamente envejecido y que se anuncien en la prensa diaria animando a sus potenciales usuarios. En nuestro caso, es prioritario el desarrollo de estas zonas clave de la ciudad, porque a partir de la programación de estos sectores de la ciudad puede estimularse la rehabilitación y nueva ocupación de unas viviendas renovadas, en barrios que han sufrido la competencia de las nuevas extensiones urbanas.

Como las reivindicaciones de tipo urbanístico deben responder a planteamientos acordes con las arquitecturas de su medio urbano y solo se pueden desarrollar en plazos de tiempo que normalmente rebasan los que se conceden a los respectivos Gobiernos elegidos en las urnas, toda acción urbanística programada debe responder a consensos entre los partidos políticos, incluso con la participación de los ciudadanos. Tarea inédita en estas latitudes, pero obligada después de los errores a que llevó una gestión teñida por su secretismo, y que ha sido práctica corriente en el pasado.

No es posible prolongar más el estado actual de la ciudad antigua, que ha entrado en un estado de abandono y decadencia que apenas ocultan sus maltrechas fachadas.