Y ahora que unos y otros ya nos han presentado las listas electorales con las que nos tientan a las urnas, no estaría de mal que cada uno individualmente se fuera preparando para responder la gran pregunta que deberíamos hacernos por estos lares y que es si alguien por aquí o un poco más allá, tiene un proyecto de futuro para Zamora.

Ya sé que es más cómodo y probablemente esperado hablar de la supuesta alta política que se residencia en Madrid, en las distintas instituciones que conforman la estructura del poder en España. O de los nombres que unos y otros, por elección, proposición, designación o descomposición, ponen delante de nuestros ojos para tentarnos a las urnas un par de días antes de que la lotería nos saque de pobres y podamos, por fin, fundir las tarjetas de crédito en las compras navideñas.

Es más sencillo hablar de siglas e idearios, asumidos, adoptados o heredados. De etéreas convenciones e íntimas convicciones. Mucho más fácil ese debate que nos iguala, relativamente, a todos y permite que en lugar de pensar podamos hacer descansar nuestra responsabilidad, en los debates, tertulias y chalaneos de los platós televisivos mientras en el sofá nos aislamos de los fríos que preceden al invierno.

A todo ello podremos dedicar conversaciones y páginas, pero no deberíamos quedarnos sin hablar sobre la otra cuestión. Con crisis o sin ella, Zamora necesita un plan de futuro. No es suficiente dejar que las cosas vayan cayendo por su propio peso, porque precisamente eso es lo que harán si no se cambia la dinámica. Tener mejores infraestructuras que nunca facilita el escenario, pero no garantiza por sí mismo la solución a nuestros males endémicos, y que no por repetidos debemos dejar de mencionar y tener presentes en todo momento.

La despoblación de nuestra provincia. El envejecimiento de nuestro perfil demográfico hasta límites insoportables. La huida obligada de buena parte de los más capacitados entre nuestros jóvenes. La ausencia de expectativas a futuro para quienes aún no están en momento de integrarse en el mercado laboral. La crisis de nuestro comercio. La falta de respaldo a las iniciativas empresariales emprendedoras. La lenta agonía del mundo rural que se agrava año a año. La práctica desaparición del siempre escaso tejido industrial?

Cada uno de esos problemas merece mucha más atención que cualquiera de los lemas publicitarios y las proclamas mitineras con las que habitualmente adornamos las campañas electorales. Por eso, siendo esta una ocasión por muchas razones distinta a las anteriores, no deberíamos conformarnos sin esperar algo más de nuestros candidatos y no después, si son elegidos, sino antes, para que nos definan, fuera de argumentarios madrileños, qué idea tienen para la Zamora del futuro y para los zamoranos de hoy y de mañana. Confío en escuchar de viva voz, propuestas y soluciones concretas, palpables y medibles. Sinceramente, confío en ello.

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