Dice un cuento en mi vida que un día una niña de nombre María regresó de un largo viaje y no queriendo que el verano terminase rompió en llanto. "Enséñame algún recuerdo, algo que viste en tu infancia" , repetía alocadamente la pequeña. Aquel día llevé a María a Zamora; quería que conociese el lugar donde siendo yo una niña, me perdí para huir de las matemáticas, para aventurarme en un castillo y volverme inmortal con mis amigos. Recuerdo el miedo del viaje, entonces largo y lejano; recuerdo que hicimos historia entre las murallas de aquel viejo lugar.

¡ Qué endiablada se volvió la mañana cuando hubo que regresar?! Como conquistadores vencidos, cansados, respirando temor, agarrándonos a la mentira para evitar que el día fuese a peor?

Cuando me adentré con María en el Castillo de Zamora regresó aquel recuerdo, y supongo que el reencuentro no fue el esperado. Me quedé muda ante sus preguntas, me quedé muda ante su mirada caliente y dolida por no escuchar respuestas, me volví lenta para seguir sus pasos, me volví cobarde para asomarme en la altura, y me volví torpe e inculta en explicaciones sencillas. A duras penas recorrí mi castillo, a duras penas, dolorida por las secuelas de mi reciente enfermedad. Seguía soplando el viento, como entonces, pero igualmente rejuvenecía las almas adolescentes.

Y ante tanta dejadez de la memoria busqué quien pudiera ayudarme.

No tardaron en llegar? eran grandiosos dioses que resquebrajaban el cielo con su mirada. Eran los eternos gigantes, escuchando mis pensamientos, colándose en mis recuerdos, arañando información, adelantando caricias, tendiéndome las manos serenamente.

Eran cabezudos reinados y jubilosos, más ligeros, más sencillos, amantes y divertidos.

Brotaron las respuestas de sus bocas, brotó la historia, brotó un libro de contenido infinito.

Fue entonces cuando María, iluminada de versos, descubrió esta hermosa historia. Y en su infantil elocuencia conoció al rey de Castilla, memorizó nombres? Don García, Sancho II , Alfonso VI, doña Elvira y doña Urraca. Supo de traiciones, de prisioneros, de huidas, de reyes, de asedios, de murallas y cercos, de hambre y tiempos de guerra, de caballos, espuelas, dagas y puertas de la traición. Zamora, reino de doña Urraca, adquirido a la muerte de su padre el rey de Castilla Fernando I, resistió con su muralla el asedio de su hermano don Sancho durante más de siete meses. Murió este a las manos traidoras de Bellido Dolfos y los castellanos, ya sin rey, levantaron el cerco a Zamora. El rey Alfonso VI tomó posesión del reino.

Los gigantes y cabezudos se quedaron con nosotras, nos repitieron las fechas, los tiempos, los recuerdos y el dolor, pero también fueron tiernos y abrazándonos, agachándose despacio para no herir su estructura, nos enseñaron su alma, su ternura, su experiencia. Recorren pueblos y lugares y siempre, siempre, siempre acuden a tu llamada. Dando la mano a las almas de los niños, de las gentes y a la historia, que cada día camina más lejos recogiendo personajes. Van creciendo, cada día sois más grandes. Han pasado los días y hoy volvéis a mi pueblo. Por las calles repletas de alboroto, María miró muy alto y os encontró entre las nubes? y recordó a doña Urraca, al Cid o a Bellido Dolfos?

Pero el sueño se produjo cuando al pasar a su lado, acariciasteis sus manos? y la niña que enmudece cuando llora, la que de noche se asusta y saca a bailar temores, María, ahora lee historia y dice que sabe un cuento, que cuenta un libro, que os trajo a todos a casa, para matar a sus monstruos con vuestra daga y espada.

Apunte: escribo este texto a modo de carta para que mi hija María sonría hoy, sonría al ver el relato que su madre le contó y que entregó en un concurso, un relato dedicado a ella en cuerpo y alma.

Que sonría hoy y no se entristezca su cara viéndome a mí derrumbada o cansada. Su sensibilidad ve siempre más allá de mi mirada o de mis gestos y descubre mis molestias, dolores o quebrantos.

Este relato participó en el X aniversario de Capitonis Durii en un concurso. No ganó, por supuesto, al lado de grandes talentos era difícil; pero quiero decir que me entristeció y decepcionó la manera de manejar los argumentos, los premios, las alabanzas, los modos, las formas, los resultados de esta asociación.

No quiero decir que los ganadores no sean grandes merecedores (Dios me libre ), pero yo no debí de leer bien las bases, de haberlo hecho, nunca hubiese participado... "mea culpa" y de nadie más.

Por todo ello: María, este cuento es para ti y nadie más. Te quiere... mamá.

María Jesús Rivas Hernández

(Corrales del Vino)