Aunque en realidad nunca se había ido, vuelve Podemos y lo hace con fuerza. Vuelve a las encuestas, recuperándose algo de la caída anterior, y vuelve con éxito a los medios, principalmente a las televisiones, generalistas o no, a las que debe su líder, Pablo Iglesias, mucho del éxito conseguido por una formación política tan joven que ni siquiera tiene dos años, que sorprendió haciendo acto de presencia en las elecciones europeas del año pasado, y que ha obtenido una representación importante en los comicios locales y autonómicos, bagaje con el que se presentará a la cita ante las urnas del 20D.

Tras su debate televisivo de hace unas semanas con Albert Rivera, el presidente de Ciudadanos, que tuvo un gran eco en la calle, volvió ahora Pablo Iglesias ante las cámaras, en un día y un horario que no podía presentarse más propicio para bien o para mal. Supo lo que hacía Antena 3 al elegir el final del Real Madrid-PSG, de la Champions, que iba a batir récords de audiencia, para completar el "prime time" de la cadena con la presencia del jefe de Podemos, un partido que hace un año aparecía en las encuestas en primer lugar en la intención de voto de los españoles decididos a acabar con el bipartidismo y la casta política, como dicen ellos, pero que en los últimos meses había caído en picado hasta situarse lejos de PP, Ciudadanos y PSOE, aunque ahora empiece a sentirse, y no solo en los sondeos, su recuperación de la feroz campaña sufrida en su contra, de su ambigüedad y de su rechazo a la unión de las izquierdas.

Era el momento oportuno, pues. Iglesias, además, había aprendido la lección de su cara a cara con Rivera, el de Ciudadanos, y al espacio de Pablo Motos se presentó mucho más fresco y relajado. El programa, que tiene muchos seguidores entre un público poco exigente, pero que ha cosechado malas críticas generalmente, no parecía, de entrada, el marco más idóneo dada la habitual frivolidad de que hace gala. El presentador, consciente de ello, y para curarse en salud ya comenzó diciendo que la entrevista iba a ir en serio, muy en serio. Y así fue, con algunas excepciones y algunas concesiones al tono superficial del espacio, innecesarias por demás, pero que tampoco incidió demasiado en el resultado global, aunque a veces se echase ostensiblemente de menos cierto rigor y profundidad en el tratamiento.

Iglesias reiteró algunas de las propuestas más conocidas de su partido, quiso infundir un mensaje de ilusión y optimismo a sus seguidores y lo consiguió. Incluso hizo un guiño a los votantes socialistas al asegurar que él se llama como se llama no por casualidad. Pintó una sociedad justa, igualitaria, libre de corrupción, tan utópica que hacía recordar los viejos pósters de aquel PSOE de Felipe González con ciudades llenas de zonas verdes y sin tráfico. Pero alarmó a la gente cuando habló de subir el impuesto de circulación, aunque todo el mundo esté de acuerdo en subir los impuestos a los ricos y perseguir el gran fraude fiscal. Lo más importante, con diferencia, es que sus palabras definieron a Podemos lejos de de posturas radicales ubicándolo en el centroizquierda que tantos adeptos tiene. Ahora, habrá que ver si se confirma la recuperación percibida. Por lo pronto, tuvo más audiencia que Rajoy en su TVE.