Seguro que con esto no contaba Rajoy, ni el Gobierno, ni el PP, pero lo cierto es que, pese a lo que señale la EPA, que al fin y al cabo no es más que una encuesta de población activa que los partidos usan cuando y como les conviene, el hecho cierto y concreto es que los datos, las cifras, los números registrados en las oficinas de empleo llevan tres meses seguidos dando cuenta del aumento del desempleo. No mucho, si se quiere, aunque eso habría que preguntárselo a cada uno de estos nuevos parados, pero que está haciendo polvo la cantinela gubernamental de la creación de empleo como uno de los recursos principales de cara a las elecciones generales del 20 de diciembre. Se ha roto la continuidad del incremento laboral, y aún quedan noviembre y diciembre por delante, si bien la Navidad supondrá, como todos los años por esas fechas, un alza del trabajo temporal que un mes más tarde, en enero, volverá a transformarse en motivo de desolación para quien o más bien quienes gobiernen el país para entonces.

El aumento del paro ha sido generalizado, con 82.327 trabajadores más en situación de desempleo, pero en unos sitios se ha notado más que en otros, y ese es el caso de Castilla y León que ha triplicado el porcentaje de la media nacional, con un 6 por ciento de subida. Más de 200.000 parados en la comunidad, aunque si se compara con el año pasado se detecte una leve mejoría. Y encima, como cabe suponer, la provincia con mayor incremento del desempleo ha sido Zamora con 1.533 personas más en las listas del paro al acabar octubre. Lástima, porque la tendencia parecía optimista, como se encargaban de pregonar desde el PP local, pero lo cierto es que acabada la temporada de la vendimia, principalmente, y de otras tareas agrarias propias de la época, el derrumbe se ha producido hasta subir de nuevo, fijándose ahora en 16.485 parados. A los que cabría añadir a quienes ya no están inscritos oficialmente en demanda de empleo por la sencilla razón de que hubieron de dejar Zamora en busca de trabajo.

El peor dato, con todo, es seguramente el de la precariedad y temporalidad de la ocupación, que sigue a la baja. Por ahí, y como han denunciado repetidamente los sindicatos, si llega al 5 por ciento el número de contrataciones fijas que se están realizando, y los datos del pasado octubre vienen a confirmarlo una vez más, por mucho que se quiera aducir eso de que más vale algo que nada, pan para hoy y hambre para mañana, o sea. La situación en este sentido es tan mala como siempre desde que estalló la crisis, aunque el Gobierno presuma tanto de haber rebajado el paro. Lo ha rebajado algo, sí, pero más bien poco, insuficiente en cualquier caso, con más de cuatro millones de personas sin trabajo, no todas las cuales, ni mucho menos, perciben subsidios o rentas de subsistencia.

Lo peor es que en cuanto al empleo, ninguno de los partidos en liza electoral parece tener propuestas claras, aunque sea lógico que nadie quiera mojarse, salvo el ya muy mojado Rajoy, con inciertas promesas y previsiones electoralistas. Todo queda en mantener o no la reforma electoral del Gobierno, que nada ha resuelto. Al PP ya la única baza que le resta es su reacción al independentismo catalán.