Se sabe, aunque no siempre se reconozca, que no todas las costumbres ni tradiciones merecen ser conservadas a lo largo de los tiempos, entre otras razones porque su único mérito, si es que tiene alguno, es ese, el de la antigüedad. Entre las que son, o deben ser, desechadas figuran en primer lugar algunas celebraciones principalmente en los núcleos rurales que destacan por la crueldad con que son tratados los animales, de cualquier especie. Entre las muchas tradiciones que, en cambio, hay que esforzarse en conservar se encuentran, sobre todo, además de las de carácter religioso, las artísticas y culturales. Como el teatro, entre otros numerosos ejemplos, venido a menos, sostenido gracias a espacios públicos y subvenciones varias, pero que ahí sigue en perenne crisis aunque en buen estado de salud como suelen demostrar los espectadores que muy frecuentemente acuden a las representaciones.

En Zamora, donde hace décadas que funciona, y funciona bien, el Teatro Principal, vamos a tener ahora otro: el restaurado Ramos Carrión, que compartirá actividades. Dos escenarios que pueden ser demasiado para una ciudad tan pequeña y bajo mínimos, con la población joven emigrando, pero más vale que sobre que no que falte, como suele decirse. Por otra parte, puede que la misión primera del recuperado coliseo sea la de servir de sede a congresos, lo que hará más habitual la apertura de sus puertas. En cualquier caso, y como un mínimo de garantía, la gestión deberá ser llevada a cabo por profesionales, pues sabido es por desgracia como los políticos son capaces de hundir lo que les echen.

Ahora, el Principal da paso estos días en su escenario a la más entrañable tradición teatral de España, la de poner en escena el drama en verso de Zorrilla: "Don Juan Tenorio". Una vuelta entrañable al pasado, a la nostalgia de aquel país que con esa representación en el Día de los Santos y fechas limítrofes daba por comenzado el invierno, la temporada del frío, el brasero y los sabañones. Hasta tres o incluso cuatro funciones daban el 1 de noviembre los teatros, con un Tenorio hecho con amor por profesionales o por aficionados. Luego, con las modernidades, dejó don Juan de acudir a su cita anual en los escenarios, hasta que hace unos años, y porque todo va retornando, el interés del público, de un público nostálgico y de otro que solo lo conocía por referencias, volvió a reclamar el Tenorio.

Por suerte, en Zamora lleva ocho años consecutivos representándose y este año también en Toro y Benavente. De que así sea se encarga una vez más La Tijera, que tiene bien demostrada su categoría. Por cierto, que sorprende la gran calidad de que hacen gala los grupos teatrales zamoranos, que poco o nada tienen que envidiar a los profesionales. Se supone que en los aficionados hay más voluntad que arte pero es que en Zamora hay tanto arte escénico como voluntad. El reconocimiento y el aplauso de los espectadores es su merecido premio. Incluso en esta ocasión cuentan con la colaboración de un actor profesional en el personaje principal. Todo lo cual se agradece porque la tradición teatral del Tenorio es como si sirviese de acompañamiento, pórtico o cierre a la conmemoración y el recuerdo de los difuntos.