Los últimos días se reabre por enésima vez el debate de la asignatura de religión, la Iglesia en la Constitución, etc. Algunos partidos, anclados en el siglo XIX, aún andan a vueltas con que "hay que avanzar en la laicidad de España", como si en España no hubiera libertad religiosa, ya sea por una supuesta religión obligatoria, o por una supuesta censura a las publicaciones y programas de televisión por sus blasfemias. Todavía creen algunos que "la Iglesia tiene mucho poder político", ciegos ante leyes como la del aborto, el divorcio, el "matrimonio" homosexual, la reforma laboral que machaca al trabajador y otras que van contra las enseñanzas de la Iglesia, cuya existencia demuestra que la Iglesia y los obispos no pintan nada. Lo cierto es que, pese a esta supuesta confesionalidad católica, es la "religión laica" la que avanza con una teología, fiestas y calendario litúrgico propios. Unas veces se trata de un laicismo de los de hacer la risión, como en un pueblo donde han querido prohibir los símbolos religiosos (las cruces) en el cementerio, u otro donde una madre ha solicitado al ayuntamiento una "comunión laica" para su hija, que consistiría en vestir a la niña de princesa y montar una fiesta, con payasos incluidos. Ya hace unos años algunos paladines del laicismo (con actores y cantantes de la ceja invitados) celebraron un "bautizo laico", recibiendo al recién nacido en el ayuntamiento con música de David el Gnomo y leyendo párrafos de la Constitución ante los orgasmos democráticos del santo laico Pedro Zerolo, ahora canonizado. Pero otras veces se trata de un laicismo serio (y demoledor), como el de los "minutos de silencio", que sustituyen al padrenuestro en una liturgia laica que ha eliminado a Dios y lo trascendente, hasta el punto de animalizar (deshumanizar) incluso la muerte, reduciéndola a un acontecimiento biológico sin más. Bien dijo Chesterton que "cuando se quita lo sobrenatural, no viene lo natural, sino lo antinatural". Así lo pude comprobar el otro día en un crematorio, donde algunos cadáveres eran "despedidos" sin familiares y otros eran despedidos en silencio, sin oraciones (y sin esperanza), como quien entoña un perro en el campo.

Frente al calendario cristiano y sus santos, ahora triunfa el calendario de fiestas tan inocentes como "el día del árbol" o "el día de la paz"; pero también el de celebraciones tan pervertidas como "el día del orgullo gay", que pronto será declarada fiesta nacional en sustitución del día de Santiago, el Pilar y los toros. Ahora sólo falta que instauren el "Día de todos los santos laicos" y entonces se habrá realizado el sueño de todo laicista progre y biempensante. ¡Con la Iglesia Laica hemos topado, amigo Sancho!