Tiene razón Juan Jesús Rodero. Y le doy las gracias por la forma en que ayer acababa su columna: "Braulio no iría únicamente a apretar un botón". Pues no. Si los zamoranos decidiesen con sus votos que me fuera el año próximo al Congreso de los Diputados, al encabezar la lista de Podemos, ciertamente que no lo haría para apretar un botón cuando me lo mandaran. O a ser lo que aquel cronista ingenioso (Víctor Márquez Reviriego) llamó parlamentarios "culiparlante"; o esa, los que no tienen otra actividad que asentar sus posaderas en el escaño y dejar que pasen cuatro años, cobrando de lo lindo y sin dar ni clavo. Esto es, como los que venimos padeciendo desde siempre en Zamora.

Miren mi cabeza. Claros aparte, apenas hay otra cosa que canas. Estoy curado de ambiciones o ganas de hacer "carrera". Nadie que me conozca, aunque sea por encima, pensará que quiero un escaño por la paga (que en Podemos, además, no llega ni a las dos mil euros, porque nos tenemos prohibido cobrar más de tres salarios mínimos). O por ser importante y conocido. La profesión periodística siempre me hizo conocido y popular. Mi otro oficio, el de escritor, es para mí el de veras importante y no existe cargo alguno que me parezca superior al hecho de escribir y publicar un libro, aunque sea tan modesto como mis cuentos para niños. Si me he metido a estas alturas en el berenjenal de la política ni puede ser por nada de eso ni, desde luego, para llegar al Parlamento y ser un nuevo cero zamorano a la izquierda.

Mi gran aspiración es llegar a ser, si se dieran las circunstancias, lo que Rodero apuntaba ayer con lucidez: el diputado de Zamora. No uno de ellos: "el" diputado por Zamora. Porque me parece que nunca lo hemos tenido. Hemos tenido, sí, muchos diputados en estos cuarenta años últimos. Pero fueron siempre, y lo demostraron hasta la náusea, los diputados del PP o los diputados del PSOE. (Y antaño maricastaño, los diputados de UCD). Diputados de facción o de partido, siempre sumisos, apretando el botón que le decían y apretando los labios para no decir nada porque la sumisión es lo que les garantizaba una posible reelección. Piensen mentalmente. Repasen los nombres de todos estos años. ¿Tuvieron la sensación alguna vez de que en el Parlamento nacional estaban sus representante, gente que antes de votar pensaba en lo que pudiera desear o necesitar usted o esta provincia?

En Podemos, un partido demasiado joven, solo tenemos por ahora un cargo público elegido por los zamoranos y zamoranas: nuestra procuradora autonómica, Marijose Tobal. Desde su elección creo que estamos demostrando que lo último que le pedimos es que sea la representante de Podemos en las Cortes de Castilla y León. De eso nada. Un partido no necesita representantes. Es, debe ser y así la presentamos, la procuradora de la gente, la representante de los zamoranos. De todos. La hayan votado o no. En su incansable trabajo es algo que ya saben incluso algunos alcaldes del PP de la provincia, porque que es la única representante parlamentaria que les ha ofrecido información y apoyo cuando ha surgido algún problema. Es nuestra idea de los cargos públicos. Y es, desde luego, la mía. Podemos no quiere tener diputados ni senadores. Quiere que la gente de bien, la gente honrada, los que levantan cada mañana este país al subir la trapa del negocio, al abrir la puerta del despacho, al ir trabajo, al levantarse, tengan quienes defiendan sus intereses en Madrid.

A eso es a lo único que aspiro yo, al atreverme a encabezar una lista de las próximas elecciones. Y comprenderán que cuando se va con esa idea, lo último que pueden esperar de mí, en mi propio partido o en mi eventual grupo parlamentario, es que sea un "culiparlante" o un "amén-y-sí-señor" o un aprieta-botones y pelotillero al uso. Nunca lo he sido ni tengo carácter para ello. Si llegara esa posibilidad de escaño, que sé difícil, pero no imposible, no tardarían mucho en saber todos en el Parlamento que soy el diputado de Zamora. Y que llego allí para que sepan y se tenga en cuenta lo que aquí se opina, se vive, se siente y se necesita. Ignoro qué podría conseguir. Ni siquiera sé si se puede conseguir algo tangible. Pero estoy convencido de que los zamoranos y las zamoranas, la inmensa mayoría, toda esa multitud de paisanos que intentan cada día salir adelante pese al tropel de sinvergüenzas que tanto desaniman, dirían:

-¡Vaya, al menos esta vez tenemos a uno de los nuestros ahí arriba!

Pensándolo bien, habrá que tachar algo que escribí al principio. No estoy curado de ambiciones. Tengo una gigantesca: ser el diputado de los zamoranos. De todos los zamoranos de limpias intenciones, que constituyen la inmensa mayoría. Perdonen la falta de humildad.