Cuando se agota la presente Legislatura y por lo tanto el mandato del actual Gobierno de la derecha española, uno de los grandes problemas de este siglo es, sin duda, el aumento de las desigualdades, producido fundamentalmente por un capitalismo ávido y sin control, identificado a una política deliberada de nuestro Gobierno.

Lo que debería haber sido un debate (más bien el debate) apenas se ha examinado. Ya lo advertía Rosseau, en su obra sobre el origen de las desigualdades, utilizando lo que llama el estado natural del hombre, y que sitúa la desigualdad en la relación económica y social y se contempla como la distribución desigual de bienes y servicios que se origina en el mismo trabajo. No digamos cuando este no existe o es precario.

Las fuentes mas fiables como la OCDE, el Banco Mundial y Eurostat, coinciden en que España está entre los cinco países con mayor desigualdad. Solo Chipre supera a España en la Eurozona. Desde la crisis nuestro país es el sexto en el que más ha crecido ese índice de desigualdad. La brecha entre el 20% de la población más rica y el resto de la población, establece una diferencia de siete veces más en los ingresos. España es el país europeo con más desigualdad de ingresos entre ricos y pobres, lo que supone una enorme grieta. Como consecuencia una de las mayores injusticias.

Y es que España, es uno de los países más desarrollados que más ha sufrido con la crisis económica, con una repercusión inevitable en el desarrollo humano, como una forma de medir la calidad de vida y, por lo tanto, la desigualdad. Y es que los desequilibrios sociales impiden el desarrollo, la creación de empleo, la distribución equitativa, abrir la puerta en la profundización de las dos Españas.

Un reciente estudio, en el que han participado numerosos científicos de todas las disciplinas, revela que los países con mayores desigualdades económicas tienen, entre otras dificultades, mayores problemas de salud mental y drogas, menores niveles de salud física, peores rendimientos académicos, etc. También se comprobó que no solo es el nivel de renta, sino la desigualdad económica el factor interpretativo principal. Por la que se concluye que entre los países más desarrollados, los más igualitarios obtienen un mejor comportamiento en una serie de índices de bienestar social.

Quizá una de las más graves consecuencias de la desigualdad social, es la educativa, que a su vez, es una manifestación de la diferencia de oportunidades. Estas se producen cuando para ocupar cualquier posición no se distribuyen de una forma igualitaria para todos por razones de mérito y capacidad. Y por el contrario, se hacen valer criterios del estatus social, los recursos económicos, ideología política o ideología religiosa, etc.

En términos populares se ha dicho que en España siempre ha habido ricos y pobres. Pero nunca como en los últimos cuatro años, donde la distancia entre unos y otros ha sido tan grande, como consecuencia de la diferencia tan profunda de ingresos. Y es que la tasa de paro ha hecho mella en los ciudadanos. Como se sabe un importante número de familias tiene a todos sus miembros en paro. Y no todos los registrados en las oficinas de empleo reciben alguna ayuda o prestación del Estado. Otros han desistido de apuntarse. Como consecuencia España se ha convertido y está ocupando una de las posiciones mas preocupantes en las estadísticas que miden la desigualdad social y por lo tanto con mayor distancia entre las rentas altas y las bajas. Que lejos estamos de cuando nuestro país, en los años noventa ocupó el octavo puesto y el decimotercero el 2005 en el Índice Humano de Desarrollo de Naciones Unidas. Hoy ocupamos el veintisiete.

Como estamos en tiempos de balance de la gestión y del cumplimiento de los responsables a los que los ciudadanos, un día dieron su confianza, conviene conocer su grado de observancia. Lógicamente conviene analizar al propio Gobierno. En términos puramente políticos, y para no utilizar opiniones que se puedan considerar interesadas o partidistas, esgrimiré algunos argumentos de personas significadas que sostienen el Gobierno: "En estos cuatro años de mayoría absoluta, la democracia ni se ha regenerado ni se ha defendido". "El Gobierno abdica de su responsabilidad constitucional de hacer cumplir la ley en Cataluña. Su inhibición genera una profunda sensación de desamparo". "A la erosión del PP se suma la erosión de las instituciones". Y "la respuesta del Gobierno ha sido tecnocracia y plasma". Así se podría seguir desgranando opiniones de destacadas personas del propio partido y del Gobierno ante los graves problemas, acumulados durante la presente legislatura.

Para justificar todo este de desconcierto, no es suficiente despacharse con la soflama de que: "Hemos tenido una mala semana".