El siguiente espacio de parada, sobre este eje urbano lo constituye la plaza de Viriato. En ella se da la coincidencia de que en un lado de la plaza se encontraba un solar sin edificar y pasadas unas decenas de años se ha edificado completándose el contorno de la plaza. Es un motivo de gozo que la ciudad disponga de una plaza digna de tal nombre con los edificios históricos que la circundan. Y con el mérito añadido de ser centros de actividad fundamentales en la vida de la ciudad. El Parador de Turismo, antiguo palacio de Alba y Aliste era el denominado vulgarmente hospicio con unas instalaciones en plena decadencia. Vino Fraga Iribarne, ministro de Turismo de visita en los años 50 y dijo: esto va como anillo al dedo para transformarlo en Parador. El alboroto que se armó a cuenta de que un edifico monumental era degradarlo convertido en hotel. Como el jaleo iba in crescendo y enterado Fraga, este tomó cartas en el asunto y dijo que por sus muertos el Parador se hacía de todos modos. Y la verdad es que esta vez acertó.

Si hacemos abstracción del espeso arbolado que ocupa la extensión de la plaza (¡qué poco aprecio por el espacio urbano!) impidiendo la visión del monumento a Viriato y de las fachadas renacentistas del Palacio Provincial y Parador Nacional, todo ello da cuenta del verdadero nivel de calidad urbana que encierra esta plaza. Era la primera oportunidad, (la única) de gozar de la visión de un espacio elevado a la categoría de la excelencia del arte, circundado por los muros de unas arquitecturas marcadas con las señas del clasicismo.

Claro es, que el arbolado mitiga la fatiga del turista tenaz, que solo ansía llegar al punto-foco que irradia el monumento catedralicio y que tendrá en este espacio el único descanso, antes de ser acogido en el templo.

Seguimos el viaje para alcanzar la última etapa, señoreada por el conjunto catedralicio. En ese día de agosto dudamos de cómo entrar en el templo, única edificación que preside la explanada batida por el sol. Como alternativa, también tenemos a nuestras espaldas el recién estrenado Palacio del Consejo Consultivo que cuenta con un recorrido externo detrás de sus tapias, protegido del sol y que disfruta de una temperatura benigna. A la vista están unas butacas que se ofrecen al viajero, no dudamos en sentarnos agradeciendo este detalle por parte de tan alta institución. No duramos sentados ni un minuto pues un guarda nos advierte de que esos sillones no son de uso público. Aceleramos la salida, apuntando al objetivo catedralicio como segura alternativa y así huir del destemplado bochorno. Hay algunos grupos de personas que se les ve vacilantes como nosotros y sufriendo parecidos trances. También podemos entrar en el museo de Baltasar Lobo, eso, si pagamos. El parque promete las escuálidas sombras de unos árboles que inexplicablemente no han aumentado en un siglo su débil fronda. Y en todas las orientaciones, tapias o muros ciegos que repelen toda cercanía con el viajero. Un nuevo bloque de viviendas copa la esquina en que desemboca la calle en que termina el eje de la ciudad. Es una promesa de que este entorno se va a gestionar con más de lo mismo, el beneficio puro sin atender otros valores de más alto nivel.

Este apunte tomado en un día más del año, es un reflejo de lo que es para un visitante el encuentro con este entorno, que sin duda debería ser la joya de la ciudad. Y que está cada vez más lejos de constituir un objetivo de interés turístico. Y es que este entorno nunca fue objeto de atención por parte de los sucesivos planeamientos que han regido el urbanismo de la ciudad. Incluso el hecho de que durante la Semana Santa se produzcan en estos lugares diversas ceremonias procesionales no parece ello afectar a la devoción de sus participantes. El futuro inmediato de este entorno es desarrollarse como en el resto de la ciudad dentro de las leyes implacables del mercado, despreciando el carácter propio que debería tener este enclave tan principal de nuestra historia. Así que si unimos a a esta indiferencia municipal, la decisión de nuestra Iglesia-Obispado, que lejos de cumplir con los objetivos reformadores que practicaron sus antecesores romanos ha comenzado a desprenderse de posesiones que tienen un valor estratégico, para la recuperación del valor de un espacio tan excelente. Lo más grave es que impedirán los cambios que podrían asumir generaciones con mayor sensibilidad que nosotros, indiferentes o impotentes para asumir valores que encierra nuestra ciudad .

Ante el fenómeno de abstenerse de emprender cualquier forma de Ordenación especial para este entorno, la Administración cree que ello se puede compensar con nuevos edificios. Y ahí tenemos el nuevo edificio del Consejo Legislativo, que se crea a partir de su consideración como una edificación especial para la que no rigen las normas generales para la zona, y que ha dado lugar a un edificio que no juega papel alguno en la configuración de la arquitectura de la ciudad. La gestación de este proyecto la he tratado de reflejar en un artículo, buscando las posibles bases en que se ha podido justificar. ¿Quién es más responsable su autor o su promotor?

El mismo sistema oculto de gestionar un proyecto ha sucedido con la restauración del Castillo, un proyecto que suscita toda una serie de preguntas. El origen de la actuaciones hay que buscarlo en el nuevo museo de Baltasar Lobo, del que había financiación por parte de la Comunidad Europea. Se elige el Castillo para adecuarlo como futuro museo .Y se encarga el proyecto al prestigioso arquitecto Moneo. También aparece como colaborador el arquitecto Somoza, aunque el anteproyecto que se mostró aparecía producido solamente por Moneo, por lo que se entiende que Somoza venía a ser como un experto de confianza nombrado por el Ayuntamiento para controlar al autor del proyecto. Cuando vimos el anteproyecto, nos llamó la atención la parquedad del trabajo, lo que nos hizo interrogarnos pero ¿y para ejecutar este proyecto tan simple se llama a Moneo? Pasa una temporada y se hace patente que Moneo se desentiende del proyecto y viene a Zamora a explicar en público su situación, pero de lo que habla es de un edificio que ha terminado en Nueva York para la Universidad de Columbia. Aunque está presente en la conferencia Somoza, cada uno de los arquitectos va por su lado y no existe el menor gesto de entendimiento entre ambos. Y a partir de ahí se asume que es Somoza el que lleva adelante el encargo. Y ya solo cabe el de atenernos a los resultados. El Museo de Baltasar Lobo se alojará en una instalación provisional en un local procedente de las antiguas dependencias catedralicias y que han pasado a manos de un particular. Las obras del Castillo se basarán en un saneamiento general de la fortaleza y excavaciones de las tierras para descubrir los posibles restos arqueológicos. Y esto ha sido a lo que se redujo el encargo comprometido con la Unión Europea para hacer un museo. El Castillo seguirá sin uso definido, solamente se exhibirán como en el parque algunas piezas del artista. Esta fortaleza que ha sido palacio, cuartel, escuela... sucesivamente ha venido a carecer de toda significación urbana y según C. Aymonino "su significado tiende a confundirse con el de los grandes fenómenos naturales como ciertos paisajes" por no haberse actualizado mientras que "los que han renovado su existencia gracias a las continuas modificaciones a que han sido sometido, han visto confirmar sus significados urbanos y simbólicos".

Tenemos un dinero gastado y seguimos sin museo, está en un local alquilado que representa una carga para las arcas municipales. Es el resultado de un proceso análogo al desarrollado con el proyecto del edificio del Consejo Consultivo, en que como no se conocen los detalles y motivos de las decisiones tomadas, hay que plantear hipótesis que expliquen resultados tan frustantes. Todas estas situaciones no previstas, se hubiesen podido evitar con la redacción de los Planes Especiales que contemplasen las ejecuciones previstas para el futuro y en donde se deberían abordar aspectos tan variados que dan idea de su complejidad, y que fundamentalmente servirían para elevar la jerarquía cultural y representativa de este espacio urbano. Tal Plan abarcaría aspectos tales como los estudios de vialidad y de conexión con los barrios de la ribera, los equipamientos adecuados para la actividad turística y de alojamiento, las actividades comerciales con más probable demanda, los órganos institucionales o culturales, cuya presencia elevarían el valor de su representación. Y todo ello, resultado de una supervisión conjunta del Poder Municipal y de la Iglesia-Obispado tanto para la selección de los objetivos, como de los programas de ejecución de las actuaciones sucesivas.

Si este espacio de la Catedral se deja "a su aire", lo veremos convertirse en uno de esos sitios sórdidos propios de las afueras, con bares de copas, etc como ya lo fu en el pasado, cuando se privatizó la dependencia catedralicia y se abrió uno sin éxito. Y los bloques residenciales que se anuncian de inminente promoción no serán capaces de elevar el nivel de consideración que tiene el resto del tejido residencial de la zona.