Algunas serían estupendas si pudieran llevarse a cabo. Otras hacen reír. Y las de más allá nos hacen rabiar a los ciudadanos porque sabemos que del dicho al hecho un trecho. Y que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo. Y que una cosa es estar en la oposición y la otra gobernar. Algunos candidatos deberían ser menos locuaces y más realistas. Aprender de los errores del pasado y dejarse de vainas que no conducen más que al desencanto y al cabreo.

El candidato de Ciudadanos a la presidencia del Gobierno, Albert Rivera, está arreando estopa verbal allá por donde quieran escucharle. Tras cabrear a los ciudadanos hablando de copago, palabra que debería declararse proscrita de nuestro presente y nuestro futuro, ha adelantado, puede que para congraciarse con cuantos se enfadaron con él y que fueron muchos, que el plan de reforma de las instituciones que presentará el próximo 7 de noviembre en Cádiz incluirá la eliminación de las diputaciones y de los "cementerios de elefantes". ¿Cuáles y cuántos de ellos? Porque, puestos a contar hay muchos, demasiados, empezando a lo mejor por el Senado.

Los ojos de Rivera, que son ojitos soñadores, están puestos sobre todo en las diputaciones que odia a muerte y en órganos como los consejos consultivos, tribunales de cuentas, etc. Lo del Consultivo de Zamora pinta mal. Pero, pinta mal gobierne quien gobierne. Y lo siento porque es verdad que siempre que sale alguna noticia contraria a su existencia es enorme el esfuerzo que hacen por justificar su necesidad en base a un trabajo "ímprobo". Ya sé que las diputaciones están mal vistas por según qué sectores de la vida política en la oposición. Pero no sé yo qué sería de las provincias sin las diputaciones. Sin todo lo que les resuelven. Sin la embajada permanente que realizan dentro y fuera de la provincia, del paisaje, del paisanaje, de las costumbres y tradiciones, de la gastronomía, de los hitos culturales.

Llegada a este punto, el listo de turno hablará de que, claro, como la Diputación de Zamora la gobiernan "los míos" tengo que tratar de salvarla y bla, bla, bla. Como si me fuera la vida en ello. Cuando no es así. Pero hay que ser justos, ¡caramba!, sin complejos y sin memeces y reconocer a las diputaciones provinciales lo que de ellas es. Que alguien me diga qué institución no es un coladero de cargos de confianza y de colocaciones a tutiplén. Esto no lo han inventado los del Partido Popular, esto viene de antiguo. Ni siquiera es un fatídico descubrimiento de la democracia. Estoy de acuerdo con Rivera en que hay que "modernizar las instituciones" e incluso "suprimir aquellas que no son útiles para los ciudadanos". Pero las que son útiles, las que resuelven los problemas, ni tocallas, ni meneallas, si acaso enmendallas en algún aspecto que necesita algo más que una pátina de modernidad.