Sin comerlo ni beberlo, de vez en cuando surgen cosas que vienen a estropearte un buen momento, o a chafarte un día de gozo y disfrute. Por mucho que te preocupes en cuidar tus movimientos, en medir tus pasos, nunca podrás evitar que alguien, o algo, aparezca de repente, y cambie el rumbo de los acontecimientos, transformando lo bello en feo o lo blanco en negro.

Una veces por pura ineptitud de unos, otras por desidia de otros. No hace falta que cometas nada punible, porque lo cierto es que aquel dicho de "Hoy es un gran día, verás como viene alguien y lo jode", resume en pocas palabras unas circunstancias que, desafortunadamente, se repiten con demasiada frecuencia, y contra las que apenas puedes hacer nada, porque, en su mayor parte, no dependen de ti, ni de tu intencionalidad, sino de la de un tercero, o de la falta de interés de determinados estamentos o instituciones.

De nada sirve que llegues una mañana de sábado a Benavente, y buscando donde dejar el coche encuentres un lugar que, aunque lleno a rebosar de vehículos, admite aún a otro más: el tuyo. Y lo dejes allí, aparcado en la señalización horizontal, marcada con rayas azules, de una coqueta plaza ubicada en pleno centro de la ciudad, que más tarde compruebas que se trata de la Plaza Mayor.

De nada te sirve pasar un día de asueto disfrutando de la belleza arquitectónica de Santa María del Azogue, de su influencia cisterciense, de sus cinco ábsides que recuerdan los siete, del nivel inferior, del Monasterio de Moreruela; y de complementarlo con un buen almuerzo en El Pícaro, porque en cualquier momento el destino te puede devolver a la realidad y darte un palo sin haber tenido conciencia de haberte metido con nadie.

De nada te ha servido pasar un día completo en una ciudad tranquila y acogedora, porque cuando regresas a recoger el coche te encuentras con una grúa y dos policías municipales haciendo, lo que alguien podría entender como su trabajo, cual es el velar por el orden y el tráfico. Y, en esa particular interpretación de las ordenanzas, aunque te hayas librado por los pelos de la grúa, no has podido evitar recoger del parabrisas una nota que incluye una denuncia -por importe de doscientos euros- que responde, según la autoridad competente, a haber aparcado en lugar prohibido. Pero héteme aquí, que donde tú has dejado el coche no existe ninguna señal de prohibición, de hecho no hay ninguna en toda la plaza, así que, por más que la busques, no podrás encontrarla.

Sin salir de tu asombro pretendes entender el porqué de tal atropello y el agente te indica que, fuera de la plaza, en la fachada de una casa, a una nada desdeñable altura del suelo, escondida en un rincón, existe una señal, medio girada, a la que acompañan dos pequeños letreros: el superior reza: "Desde el sábado a las 16.00 horas hasta el lunes a las 6.00 horas" (y tú has dejado el coche a las 14 horas y lo has recogido a las 16.30 h) y el inferior "En la Plaza Mayor los jueves y días de mercado de 8 a 15 horas". Indudablemente que tú has pasado por allí, por donde estaba escondida esa señal. Has pasado circulando en búsqueda de un lugar donde poder aparcar; mirando al frente, a la derecha y a la izquierda, para respetar las señales y a los peatones. Pero con el coche en movimiento, te resulta difícil detectar la presencia de esa señal escondida, e imposible leer los dos minúsculos letreros mientras estás circulando. Y llegas a esa coqueta plaza, repleta de coches correctamente aparcados, y por tu cabeza no puede pasar la peregrina idea de tener que inspeccionar los alrededores para ver si existe alguna trampa especialmente preparada. Y caes en ella como un pardillo, porque si lo que se pretendiera fuera evitar aparcar en determinado lugar, se trataría de una señal pésimamente colocada; pero no así si el objeto fuera nutrir de atípicos ingresos al Ayuntamiento, en forma de multas.

Pues eso, que si vas a Benavente, procura no hacerlo en coche, y de hacerlo así, patéate la ciudad de arriba abajo, tratando de encontrar alguna señal, en alguna parte, que no llegue a amargarte el día. De no localizarla, contrata los servicios de un guía de tráfico o un "sherpa", que pueda informarte de las trampas que pueden estar esperándote, o solicita autorización para hacerlo en el estadio de "Los Salados", aunque, eso sí, un día que no haya partido de fútbol.