Cuando deambulamos por nuestra ciudad, enseguida notamos cualquier alteración que haya perturbado las formas de ella y que guardamos en la memoria. No siempre son negativas y sentimos alguna agradable sorpresa como la que nos da la visión y el pasar por el nuevo puente sobre el Duero, de una estilizada forma, que su proyectista ha sabido componer sin caer en una imitación de vulgar historicismo. Las condiciones del encargo se prestaba a ello, pues parece que no tenía en cuenta que la formación del ingeniero se basa en la utilización de los lenguajes propios de la técnica en sus proyectos, incluso dentro de entornos históricos como se puede ver en Londres en el nuevo puente, frente a catedral de San Pablo, o en Venecia, obra del español Calatrava. Por ello es un mérito que hay que reconocerle a su autor al sortear con éxito exigencia tan desfasada.

De retorno desde los barrios bajos, subiendo por la cuesta del Piñedo vemos surgir por encima de las murallas unas masas de rotundas formas geométricas ,y en que sus superficies parecen tener la cualidad flexible de un telón, dentro del cual se imagina uno que habrá una armadura que dé rigidez a tan desproporcionado aparato. El efecto a distancia no puede ser más equívoco. Parece obra de unos extraterrestres, que ponen su mirador de avanzada para curiosear las actividades de los zamoranos. O tal vez, la protección que se pone a las obras para que no provoquen accidentes en la calle. Como tal, no hay ningún intento de armonización de sus formas con las de la ciudad, las de su entorno. Poco después compruebo que pertenecen al edificio recientemente remodelado del Teatro Ramos Carrión. El efecto que me ha producido es el de una "cosa" que no puede clasificarse como propia de la edificación. Con este planteamiento ya son dos los edificios singulares recientemente inaugurados en la ciudad y que se ocultan bajo una protección que hurta su encuentro visual con las formas del paisaje urbano. Me estoy refiriendo además del nuevo teatro al edificio del Consejo Consultivo frente a la Catedral. En ambos, la primera impresión es de incertidumbre, aquí hay algo encerrado y que no tiene pretensión de permanencia. Echamos de menos un rótulo tal como: "Dispensen las molestias, estamos en obras". No conozco antecedentes de este tipo de planteamiento que han venido a ensayarse en nuestra ciudad, que si abren una tendencia firme en la arquitectura, parece más bien una negación del papel compositivo que tenía la arquitectura en la conformación de las ciudades. Pensando en los antecedentes de las envolturas a las edificaciones está reconocida la obra de un artista de nombre Christo que anduvo rodando por medio mundo ,y se dedicó a envolver edificios como el Reichstadt de Berlín o el Puente Nuevo de París. Parece que a la gente les gustaba esta visión de edificios tan imponentes, reducidos por este empaquetamiento. Después de una temporada se desempaquetaba y todo volvía ser como antes que al fin se aliviaba la tensión por la pérdida visual del monumento y quedaba, demostrada su finalidad lúdica. Y en esta "performance" reciente de Zamora, ¿habrá desempaquetamiento o hay previsto presupuesto para la renovación de la capa protectora? O es que tal material engaña y sea definitivo como las piedras que son la madre generadora de las formas de la ciudad?

Es un planteamiento muy parecido en ambos casos: en el edificio del Consejo su cerramiento se constituye como una isla de expresión cero frente al orden monumental de la ciudad. En el nuevo Teatro, por la invasión de un ente de desconocido origen, que se asienta sin revelar su secreto sobre las encogidas y antiguas formas edificadas de la ciudad .Y no acaba de explicarse que "eso" forme parte de un teatro.

Y yo me pregunto, ¿existe una opinión razonada que justifiquen estas inclasificables arquitecturas que enseñorean zonas privilegiadas de nuestra vieja y doliente ciudad?