Les ha caído de todo, desde corrupciones hasta tesoreros, desde gürteles hasta púnicas; les ha caído de todo en cantidades inconmensurables, y parece que no hubiera pasado nada, que nadie se hubiera enterado, incluidos ellos mismos, puesto que no hacen nada por disimular los michelines de la prepotencia. Y la gente está cansada de que se le ningunee, y así lo ha expresado en las pasadas elecciones municipales y autonómicas; pero muchos continúan, erre que erre, cantando sus milongas con ritmo de guajira, y menospreciando a los electores. Nadie sabe a qué estarán esperando para cambiar su forma de actuar, para dejar de tratar a los ciudadanos como a gente sin criterio, sin un ápice de inteligencia que les ayude a entender las cosas y a saber discernir lo que más les conviene. Allá ellos, en su vuelo hacia ninguna parte. Que se vayan encomendando a santa Rita para no tener que recoger en las Generales el fruto de la simiente que se empeñan en seguir sembrando.

Obsérvese cómo, a nivel local, al no encontrar -por el momento- mejores argumentos, la oposición mayoritaria se dedica a exigir a la nueva corporación municipal que resuelva en cuatro meses lo que ellos no han sido capaces de solucionar en veinte años. Y recurren a utilizar argucias de segunda regional para adornar sus ataques. Porque otra cosa no pueden encontrar, ya que el ayuntamiento actual lleva tan poco tiempo gestionando la ciudad, que aunque se lo hubiera propuesto, no le habría dado tiempo a cometer felonía alguna, ni a tomar decisiones desafortunadas, como la de los cinco millones de euros tirados por la ventana por mor del affaire de los solares municipales, por poner por caso. Por eso, la oposición se dedica a la practica de la banalidad, exigiendo al alcalde que se pasee por la ciudad, o que vaya todos los días a misa de doce, o que salga en los medios de comunicación, un día sí y otro también, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, inaugurando un agujero, o celebrando algún acto de autobombo como parece gustar a algunos.

Y no es que no esté bien que la oposición vigile con lupa las acciones del ayuntamiento, ni que el alcalde y sus ediles pateen la ciudad de arriba abajo, y de derecha a izquierda, para conocer los problemas de primera mano. Lo que no está bien es que, una vez detectados estos no se haga nada para solucionarlos, porque no hay nada más descorazonador que ver a la primera autoridad local lucir una sonrisa angelical o escuchar cómo salen de su boca promesas envueltas en versos de Bécker o de Machado para, al final, dejar la ciudad igual o peor que el día uno del año cero en que fue elegida. Y es que las mejores imágenes son las que ofrecen los hechos, y no las palabras, como el poder comprobar cómo se materializan los proyectos, se cumplen los programas y se constata la mejora del entorno. Y para poder comprobar eso hay que esperar un tiempo. Mientras tanto, a los ciudadanos no les importa en absoluto ver a su alcalde, o a su alcaldesa, de frente o de perfil, hablando o callado, con el cirio en la mano o bailando con las Águedas, ya que esas acciones no consuelan, ni satisfacen, ni tranquilizan a nadie a estas alturas de la película.

Hace unos pocos días les ha dado por lanzar otro obús al alcalde por haber recibido a determinado embajador en la Casa de las Panaderas, como si eso constituyese una anormalidad o formara parte de un complot revolucionario. Es el Gobierno de la nación quien tiene la potestad de declarar "persona non grata" a los embajadores o de romper las relaciones diplomáticas con los países que aquellos representan, y no un simple alcalde de provincias el que tiene que plantarles cara. Porque, a los españoles, podrá caernos mal o menos mal el presidente venezolano, pero es su homónimo en España quien se encuentra capacitado para llamarle al orden, ya que es quien tiene competencias para hacerlo.