Está bueno el panorama en general. A Zamora le quitan dos pueblos sin que los responsables políticos hayan dicho ni pío, por lo que se ve muy en la línea de esta gente que, hasta la fecha, no ha hecho nada por remediar lo que ha acabado siendo irremediable. Y a Cataluña le roban o intentan robar cable de cobre, tan preciado en estos últimos tiempos, hasta el punto de dañar el cable de fibra óptica de las vías de alta velocidad. Cable que permite la comunicación del control de Renfe con los convoyes y sin el cual no es seguro mantener la circulación ferroviaria.

¿Sabotaje o simple robo?, en ello andan los Mossos d'Esquadra. Lo del AVE catalán tendrá solución. Se repara o se sustituye lo sustraído y a seguir haciendo kilómetros. Lo que no tiene solución es el "robo", o puede que "sabotaje", perpetrado en el borrador del mapa de ordenación del territorio dado a conocer recientemente por la Junta de Castilla y León. Zamora, señores míos, está para que le den, no para que le quiten. Zamora está para que le den, y no por donde muchos estarán pensando que le dan habitualmente. Zamora necesita que le den cariño y generosidad. El cariño y la generosidad de la Junta y de los políticos autonómicos. Cariño y generosidad que no consiste en venir a vernos para regalarnos el oído. Menos palabras y más acción.

Duele y mucho que la Junta, autora del nuevo mapa, no respete los límites provinciales, asignando dos pueblos de Zamora a la provincia de Salamanca. Cañizal, con 485 habitantes y Vallesa con 106, dejan de ser de la Guareña para pasar a pertenecer a la Armuña, la de las buenas lentejas. ¡Lo que nos hacía falta! Seguir perdiendo población y territorio. Y nuestra amada y nunca bien ponderada clase política sin ejercer la debida reivindicación, sin convocar una marcha urgente hacia Valladolid para protestarles en la cara de esa gente y ponérsela colorada. No merecen otra cosa.

Malo los mandamases que nada tienen que ver con nosotros. Peor los nuestros que enviamos vía urna para allí a defender los intereses de esta ciudad y provincia y, hasta donde sabemos, hibernan. O puede que vegeten. O simplemente pasan el rato esperando a cobrar la dieta pertinente amén de otras gabelas inherentes a la condición de parlamentario/a. Estamos hasta un poco más arriba del moño. Encima, en los que se había puesto una confianza ciega porque llegaban de nuevas y parecían prometer, oiga, como si no existieran. Ni están ni se les espera. Y si están lo hacen de forma tan silente que ni la respiración dejan oír.

Que no me vengan con jorobandas organizativas en función de las zonas básicas de salud. Pruebe usted a quitarle dos pueblos a Salamanca o a León o a Valladolid, provincias con las que lindamos. Nos comen vivos y a los de la Junta les mueven el sillón hasta hacerlos caer. Los zamoranos lo dejamos pasar. Somos tan altruistas, tan poco amigos de las algaradas reivindicativas que hasta que no nos crujan vivos no reaccionaremos. ¿Quién dijo que Zamora era un barrio de Salamanca? Vamos camino de ello.