Aseguran quienes por unos u otros motivos se relacionan con ellos que los jefes del PP están como de funeral desde la noche del 24-M cuando los resultados corroboraron la debacle prevista. Desde luego, basta con ver los caretos que muestran en las fotos pese a las sonrisas forzadas que quieren exhibir. Y es comprensible, dado el panorama, que viene a ser no el mismo, pero sí con coincidencias y semejanzas, que el que le tocó sufrir a UCD en sus últimos meses, allá por el lejano 82. Cuando el cambio.

Lo cierto es que no les sale nada bien. Rajoy anda por ahí, haciéndose el cercano y el simpaticón, y dando por hecho la victoria de su partido. Y hasta diciendo que el PP es el benefactor de las clases medias, que ya hay que tener valor para pronunciar semejante frase en la época de la crisis. Pero en Bruselas dudan de sus presupuestos y el Fondo Monetario Internacional no cree que España sea capaz de cumplir el objetivo impuesto acerca del déficit público. Aunque esto en realidad es poco si se compara con las otras andanzas, las de Rato, de un juzgado a otro y con la posibilidad de que de una estas visitas obligadas ya no salga pues pase a la cárcel que, más pronto o más tarde, será el final de este episodio, uno más de la inmensa corrupción que anega el país y por la que los españoles van a pasar al PP una cara factura.

Ni sus campañas de desprestigio contra todo lo que se mueve y no sean ellos mismos les vale siquiera, porque una cosa es lo que dicen y otra, bien distinta, lo que dice la gente y sobre todo lo que hace a la hora de votar. Resentidos y herniados sus voceros de tanto arremeter contra quienes por elección democrática les sustituyeron en ayuntamientos y comunidades autónomas, resulta ahora que, según el último barómetro del CIS, son los nuevos alcaldes de izquierda y los nuevos presidentes de gobiernos regionales los más valorados, tanto Carmena en Madrid como Colau en Barcelona y todos los demás de los relevos. Mientras, la oposición del PP, la mayoritaria, suspende en todos los casos, incluso Cifuentes en la comunidad madrileña y Herrera en Castilla y León. A la par que Rivera, el líder de Ciudadanos, y Sánchez e Iglesias, prosiguen el aumento de sus valoraciones y Rajoy continúa de farolillo rojo. Por cierto que la mayoría de los encuestados por el CIS quieren un Gobierno nacional PSOE-Podemos.

Lástima que el barómetro político y social no recoja todas las provincias porque la valoración del alcalde de Zamora, Francisco Guarido, estaría entre las más positivas. Es el sentir de la ciudad, incluso de anteriores votantes del PP, que no votarán el 20 de diciembre a IU, pero que tampoco apoyarán a Rajoy, tirando hacia Ciudadanos o hacia donde sea. Hasta la rencorosa campaña en su contra que sigue haciendo el grupo del PP en el Ayuntamiento le ayuda a Guarido a ganarse más simpatías. Visita la capital el embajador de Venezuela y salen a calificar de inaceptable y lamentable que la primera autoridad municipal le reciba y le exprese su bienvenida. Menos mal que la gran mayoría de los zamoranos, con buen criterio, rechazó en mayo su candidatura tras 20 años, 20, de desgobierno local a todos los niveles. La incompetencia tampoco se olvida.