Las protestas laborales ni deben ni pueden llegar a sus últimas consecuencias, es decir, al pleno ejercicio de la violencia por un quítame allá esa disconformidad. Bochornosa y vergonzante la actitud, criticada por todos, de los trabajadores de Air France, agrediendo de forma salvaje a los directivos del grupo cuando estos presentaban a los sindicatos el plan de ajuste de la empresa. Son estampas demoledoras que erosionan la imagen de Francia. País que se suponía habitado por gentes tolerantes, demócratas y avanzadas. Y no por energúmenos que muestran sus discrepancias a golpe tendido, mientras arrancan la ropa de los directivos a algunos de los cuales los dejaron prácticamente desnudos.

Si nos retrotraemos en el tiempo, nos daremos cuenta de que semejantes comportamiento salvajes son más habituales en Francia de lo que sus dirigentes desean. No hay más que recordar lo que hacían los agricultores y ganaderos galos, con los camiones que cruzaban la Galia, cargados de productos españoles. Siempre creí que se trataba de esa especie de fobia antiespañola que históricamente han destilado los gabachos. Cuando he visto la forma de repartir estopa a los suyos, porque ciudadanos franceses son los directivos de la compañía aérea, he pensado que esa gente debe hacérselo mirar urgentemente.

Las aerolíneas tienen un plan de ajuste, como tantas y tantas empresas de media Europa. Solo que en esa media donde la crisis también ha hincado el diente, a los afectados no les ha dado por empuñar las armas y cargarse a los directivos o, puño en ristre, dejarlos marcados para toda la vida. Marcados y humillados. Vejados y ridiculizados. Es contraproducente para los intereses de los trabajadores que se interrumpa de forma tan violenta el diálogo social. Y eso es así allende los Pirineos y de este otro lado de la cordillera que nos une.

Las autoridades francesas se han mostrado escandalizadas. Es que ha sido un escándalo de proporciones insospechadas, porque ahora viene la segunda parte: la denuncia interpuesta contra los agresores por la aerolínea gala a la que se han sumado muchos trabajadores. El delito que denuncian es de "violencia agravada" y, en respuesta, la justicia gala ha abierto una investigación para depurar responsabilidades que pretende llevar hasta sus últimas consecuencias. Perfecto. Ni pueden ni deben producirse actos tan lamentables que dicen muy poco de los trabajadores que se adscriben a la violencia. La mejor vía de entendimiento es siempre el diálogo. Se pueden entender los siempre molestos paros y otras medidas de presión, iguales o parecidas, pero nunca lo que el mundo entero vio hace unos días para vergüenza de Francia, de los franceses y de su famosa aerolínea.