Tábara, como Aliste y Alba, hubieron se sufrir los gravámenes señoriales durante siglos muchas veces, casi todas, abusivos, tal que a veces tenían que decidir entre comer o pagarle a su señor. Quinientos cuarenta y cuatro años para los tabareses de vejaciones y sufrimientos, desde aquel fatídico día 8 de septiembre de 1371 en que Enrique II de Trastámara le pagara los favores recibidos al noble burgalés Gómez Pérez de Valderrábano concediéndole los derechos de las tierras tabaresas a título de Señorío Territorial y Jurisdiccional. Llegando, para complicar las cosas, la decisión del rey Carlos I de concederle el 9 de septiembre de 1541 el Marquesado de Tábara a Bernardino Pimentel Enríquez. Fue ahí cuando se inició una lucha entre nobles y plebeyos de 270 años, hasta ser abolidos los Señoríos Jurisdiccionales en 1811, en vida del XII marqués de Tábara Pedro Alcántara Álvarez de Toledo. En teoría, pues en la práctica permanecería el Señorío Territorial con sus derechos y bienes. El punto de inflexión o cambio se comenzó a fraguar cuando Sebastián Zabaleta Eguiburu y Juan Ron Álvarez, ambos jesuitas, reciben el patrimonio tabarés al morir su tía Dionisia de Vives y Zires, viuda del duque de Pastrana. Tras seis años de tensa calma, el 16 de marzo de 1898 tenía lugar el primer "Motín de Tábara". Con el ambiente caldeado, el 12 de febrero de 1901 los herederos del antiguo marquesado se deshacen de los bienes y derechos que pasaron, mediante venta, al senador Andrés Trueba y Pardo (tabarés) y a José Rodríguez de Benavente. El 23 de febrero de 1911 tiene lugar el "Motín de Tábara". Allí se germinó una sociedad vecinal, liderada por Manuel Casado Román, cuyo objetivo sería comprar los bienes y derechos al entonces propietario Agustín Alfageme Pérez, consiguiéndose el objetivo el 5 de octubre de 1915. Tábara y los tabareses se vieron libre de una opresión salvaje que durante siglos se llevó por delante sueños, ilusiones e incluso las vidas de muchos inocentes.