No se comprende muy bien qué es lo que tiene que celebrar Zamora, una de las provincias más pobres, envejecidas, víctima de una constante pérdida de su escasa y dispersa población, sin apenas industrias ni puestos de trabajo, y con grandes problemas en la agricultura y la ganadería. Sobrevivir, ir tirando, pese a todo, debe ser lo que se festejó en el Día de la Provincia, este año en Madridanos. En realidad, los únicos que tienen algo que celebrar son los organizadores, los de la Diputación, siempre los mismos detentado el poder, aunque hayan estado a punto de perderlo.

Aunque según recordó Plaza, el secretario local del PSOE, el 64 por ciento de los zamoranos cuenta hoy día con ayuntamientos socialistas y de izquierda. Allí, en la fiesta estaban todos, o casi, aunque esta sea muy especialmente una fiesta del PP. Y allí estaba uno de sus mandos, Maíllo, que para nada aludió al desastre de su partido en todas las elecciones de este año, pero que aprovechó la ocasión para zarandear, sin venir a cuento, al alcalde de Zamora, a la vez que ponía como ejemplo a la actual presidenta de la Diputación que en plan profeta anunciaba la buena nueva: el milagro del inminente despegue social y económico de la provincia. Con el AVE, claro. Justo cuando se hacía público un informe que daba cuenta de que todas las líneas de alta velocidad están registrando grandes pérdidas que aumentan constantemente la enorme deuda pública que arrastra el país, y que ya sabemos en quiénes recae.

De lo que sí se habló fue del nuevo mapa territorial de Zamora y de las otras provincias de la región diseñado por la Junta de Castilla y León, que ha comenzado los trámites para que la nueva conformación administrativa se ponga en marcha en la primavera próxima, y que consiste en agrupar los municipios existentes con objeto de ahorrar costos y ofrecer mejores servicios a sus habitantes. El plan, que lleva tiempo en preparación y ha originado debate porque no gustaba ni al Gobierno ni a la Federación de Municipios -su entonces vicepresidente, Maíllo, se enfrentó a la Junta- por considerarlo inoportuno, organiza el territorio zamorano en veinte unidades básicas que agruparán los ayuntamientos en función de su población y densidad demográfica, para conseguir una mayor cobertura social. Pero esta agrupación tendrá un carácter voluntario, aunque se tratará de que se unan el mayor número posible de localidades para que los beneficios puedan ser más perceptibles para las nuevas comunidades creadas.

La idea, en sí, no es mala, porque España es el país europeo con más alcaldes y concejales, y cuenta con más de 8.000 municipios, casi todos pequeños núcleos rurales. Fusionar, pero de verdad, la mayor parte de estos ayuntamientos ahorraría unos 16.000 millones de euros, según se precisó en su día. Rajoy al principio dijo que sí, como a todo, pero tampoco hizo nada. A la Junta le pilló con el pie cambiado y con un proyecto de nueva ordenación del territorio que nada entre dos aguas y se queda a medio camino. Que la participación de los municipios vaya a ser voluntaria puede originar aún mayor confusión y no solucionar los problemas existentes. Huele a cambiar algo en la forma para que todo siga igual.