Fuimos, pero ya no somos, uno de los países más felices del mundo. En España todo era alegría y buen humor, música y bailoteo, chistes, chascarrillos y chirigotas. Los chistes siguen estando a la orden del día porque no hay país en el mundo más chistoso que España. No hay país en el mundo capaz de hacer chistes de las venturas y de las desventuras al ritmo que lo hacen los españoles. En eso no hemos perdido ni una pizca de esa especie de don que tenemos los españoles, unos más que otros. Porque de sansirolés benditos también vamos sobrados.

Hace de esto cuatro o cinco años España inició el descenso en el ranking, no sé si hacia la infelicidad propiamente dicha, pero sí hacia la ausencia de ese estado de bienestar emocional y también físico que es la felicidad. Europa es, sin duda, el continente más feliz del mundo con más de una veintena de países copando los primeros puestos. El país de los relojes, el chocolate y paraíso fiscal por antonomasia es el país más feliz del mundo. Suiza encabeza la tercera edición del Informe Mundial de la Felicidad, encargado a un grupo de expertos de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible a petición de la Organización de Naciones Unidas.

No descubro nada nuevo si digo que a pesar de que la felicidad es un concepto subjetivo, el informe de marras mide variables relacionadas con el desarrollo económico y social de los países como el Producto Interior Bruto, la esperanza de vida o las políticas públicas dirigidas a facilitar y mejorar la vida de sus ciudadanos. Por cierto, también se tiene en cuenta el índice de corrupción y la libertad de la que esos ciudadanos gozan en todos los ámbitos.

España no ha mejorado mucho aunque parece que se recupera un poco. En el "top ten" de los países más felices del mundo, y tras Suiza, se sitúan los de siempre, Islandia, Dinamarca, Noruega, Canadá, Finlandia, Países Bajos, Suecia, Nueva Zelanda y Australia. Para encontrar a España hay que descender al puesto 36, entre un total de 158 países, por debajo de República Checa, Francia, Alemania, Reino Unido e Irlanda. Me preocupa que no levantemos cabeza y no me consuela que sean menos felices que nosotros los ciudadanos de Lituania, Malta, Italia y Eslovenia. Los jacarandosos italianos también están de capa caída. En el cómputo actual, Siria se hunde irremisiblemente. No es para menos. Entre el presidente del país, los terroristas islamistas, Rusia y Estados Unidos, les están machacando cualquier atisbo, hoy por hoy imposible, de felicidad. A ver si, en el informe del próximo año, España ofrece una recuperación más progresiva que la experimentada en estos últimos seis o siete años. La cosa empezó a decaer con el santo advenimiento de la crisis y no hemos parado desde entonces. A ver si es posible que no caigamos en aquello que denunciara Georges Eliot y es que, desgraciadamente, hay muchos que adquieren la mala costumbre de ser infelices. Un poquito de fuerza de voluntad no nos vendría mal.