Lo que pasa con el Mercado es lo que se está repitiendo en casi todas las ciudades españolas: las zonas históricas que tradicionalmente contaban con este tipo de equipamientos se encuentran con una población envejecida, o con poco poder de compra. Y los ayuntamientos han tenido que tomar medidas para adecuar estos equipamientos a este tipo de demanda.

Como no conozco su grado de decaimiento, habré de asumir la provisionalidad de mis conclusiones. ¿Por qué se considera que por el hecho de que contados puestos se encuentren vacantes se deduzca que el Mercado está amenazado? ¿Qué opinan los comerciantes que actualmente operan en él? Pues si no hay una opinión concreta sobre la viabilidad del actual equipamiento, habrá que investigarlo. Y eso es bien fácil con una toma de muestras que recoja los niveles de consumo, por una parte, y el grado de satisfacción de los comerciantes, por otra.

Yo sospecho que los comerciantes no estén satisfechos con el resultado económico de sus operaciones en el Mercado. Y es que se encuentran con una competencia que cada vez los atenaza más estrechamente. Salidas a esta situación pues las hay. La elevación de la calidad en instalaciones y en los productos ofertados sería lo primero que saltase a la consideración. Pero ello obligaría a invertir en capital para adecuar las infraestructuras obsoletas y mejorar la disposición de los puestos a un nivel con mayor tirón comercial. Ante este reto ¿qué opinan los más implicados en el negocio? Que el Ayuntamiento tendría que hacer un esfuerzo para mejorar las calidades de las instalaciones generales y del cuerpo edificatorio, esto es evidente. Pero los comerciantes, ¿estarían dispuestos a arrostrar las inversiones para mejorar la presentación de forma óptima de productos de una calidad que no vayan a encontrar en ningún otro sitio de la ciudad? Los comerciantes tienen la palabra.