Vivimos en un mundo de envidiosos. Lo malo de la envidia es que hace que el envidioso ni viva ni deje vivir. La envidia, sostenía don Miguel de Unamuno, es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual. En Francia de hambre espiritual y de chauvinismo van bien servidos, sobre todo en lo que a España se refiere. En materia deportiva llevan francamente mal los éxitos de los nuestros que son los éxitos de España y por ende de todos los españoles.

Nadie pone en duda que Pau Gasol es un jugador extraordinario, como deportista y como ser humano. Pau Gasol tiene unas facultades deportivas increíbles. Es un número uno que hace del pundonor y del esfuerzo la norma de su trabajo. La victoria de España en el Eurobasket de Francia, además de incontestable, tuvo un héroe reconocido por propios y extraños: Pau. Bueno al hablar de extraños eximo del reconocimiento a Francia y algunos de sus medios de comunicación que ya hicieron mofa de los deportistas españoles con los "teleñecos" aquellos, y ahora siguen haciendo sangre de todos los que caen en su envidia.

Me parece de perlas que el Consejo Superior de Deportes y la Federación Española de Baloncesto, a través de sus presidentes, hayan anunciado, por fin, que demandarán al bloguero francés Clément Guillot, del diario "Le Monde", por publicar un artículo en el que sembraba dudas sobre el rendimiento deportivo de Pau Gasol, tras la victoria de España en el Eurobasket de Francia. Los franceses fueron inferiores. Los españoles brillaron con luz propia. Y Gasol, metido de lleno en el partido, fue imbatible. Pero, ¡ay amigo! Eso no lo perdonan los franceses que son envidiosos por naturaleza. Mal asunto ese, sabiendo que la envida destruye la justicia y engorda toda especie de males, la afirmación es de san Agustín.

Ambos organismos han pedido un millón de euros, que me parecen pocos, puesto que el bloguero en cuestión ha atentado contra el derecho al honor y a la imagen de uno de los mejores baloncestistas europeos de todos los tiempos. Además se ha generado un daño moral a la reputación del deporte español en general y de la Selección Española de Baloncesto en particular. Han sido ganas de hacer daño. Han sido ganas de hacer recaer la sombra de una sospecha infundada sobre un gran deportista que se esfuerza, que tiene el coraje necesario para no venirse abajo cuando el marcador no es favorable. Y que, además, es una gran persona a la que veo incapaz de semejante fraude. Pero dígaselo usted a estos puñeteros envidiosos que hacen de la puñetera envidia su santo y seña

A lo que le hacían a Rafa Nadal cada vez que se llevaba el gato al agua del Roland Garrós le remito. Estaban tardando mucho en pedir explicaciones y el reparo necesario al mal hecho. Menos mal que Gasol y Nadal, entre otros, no tienen que convencernos a los españoles y al resto del deporte mundial de su calidad y además de su calidez. Y es una pena esta fea costumbre de los franceses, sobre todo en el medio prensa, donde tan buenos periodistas hay, porque la envidia es la polilla del talento. Lo dijo don Ramón de Campoamor.