Acercar, estrechar distancias, vertebrar, comunicar, intercambiar, optimizar, aprovechar oportunidades? No, no, como se habrán dado cuenta enseguida no me voy a referir al escenario surgido de las elecciones autonómicas del domingo en Cataluña. No serían precisamente vocablos apropiados para describir la realidad de una parte de España. Son, por el contrario, palabras y conceptos concatenados en el discurso pronunciado ayer por el presidente de la Junta con motivo de la llegada de la alta velocidad a Palencia y León. Todo un síntoma de dónde quieren estar unos y dónde queremos estar otros. Y, personalmente, me pongo de manera inequívoca del lado que evocan términos e ideas tan necesarias hoy en día como vertebrar, comunicar o acercar.

Es la pluralidad de este país que aún se llama España en el que caben todas las opciones políticas e ideológicas, pero siempre dentro de un orden jurídico y constitucional, y en el que no tienen el mínimo hueco las doctrinas antisistema o los delirios secesionistas de unos pocos frente al resto de ciudadanos. Y me quedo hoy más que nunca de este lado en el que las infraestructuras modernas como el AVE comienzan a saldar una vieja deuda con un territorio tan amplio y disperso como es Castilla y León. La alta velocidad ferroviaria es, sin duda, un factor de competitividad y de desarrollo, una herramienta innegable en la cohesión territorial y social, ésa que curiosamente unos pocos se empecinan en desquebrajar a golpe de burla y engañifa, tratando de hacernos bajar a la fuerza del tren del progreso y la cordura.

Hoy, cuando la nueva línea de alta velocidad se abra al conjunto de la sociedad, estaremos también de algún modo reforzando nuestra historia como comunidad aperturista, la misma que hace siglos contribuyó decisivamente a configurar la realidad española y aportó su sabiduría universal para crear un país diverso e integrador. Y a este vagón del futuro, nada excluyente ni mezquino, me subo sin pensármelo. Créanme, la única vía aceptable.