Las encuestas acertaron pero de cualquier modo que se contemple y analice resulta que en las elecciones de Cataluña, cuando las urnas han hablado, nadie ha ganado del todo ni nadie ha perdido del todo, porque si han sido los independentistas los que han ganado los comicios autonómicos no menos cierto es que han fracasado en cuanto al plebiscito que implícitamente llevaban a cabo pues no han alcanzado en total ni siquiera el 50 por ciento de los votos, mientras que a través de unas u otras opciones políticas los contrarios a la secesión superaban ese porcentaje. Más claro, agua. Podrán gobernar, en principio, los separatistas, y podrán seguir adelante con sus locos planes que nunca van a prosperar, pero una mayor parte de los catalanes ya se ha pronunciado contra la línea propugnada por los líderes soberanistas. Eso es así.

La carrera de Mas puede que esté a punto de acabar ya, siendo él precisamente el primer sacrificado por el fiasco de que pese a tener más escaños les tiene que haber supuesto, en el fondo, el resultado final, pues sus únicos posibles aliados, los radicales antisistema de CUP, que pusieron como condición previa para una entente poselectoral una mayoría de votos que no se ha producido, parece que, en cualquier caso, exigirán la cabeza de Mas como condición incuestionable. Pero sea quien sea el presidente de la Generalitat, en sus primeras declaraciones ya han anunciado, tanto los de Convergencia, como los de Ezquerra que seguirán con el proceso de independencia, pues consideran suficiente el respaldo. O sea que el reto sigue en pie, aunque tocado y debilitado ante la postura de una Cataluña que mayoritariamente apuesta por la razón y el sentido común rechazando la pretensión separatista.

Incluso y aunque no pase de ser una quimera, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, segunda fuerza política en la región, ha asegurado eufórico tras el triunfo que hablará con todos los grupos para tratar de desbancar a los secesionistas. Pero, en todo caso, va a encabezar, con sus 25 diputados, una oposición con fuerza y representación a la que se unirán, en muchas ocasiones, los socialistas del peculiar Iceta. Lo que tal vez suponga un acercamiento de ambos partidos para el futuro inmediato. Por el contrario, y tras el gran auge de Ciudadanos y el mantenimiento, aun con pérdida de escaños del PSC, destaca el descalabro del PP en una muestra más del rechazo que genera el partido de Rajoy, y el fracaso igualmente de la coalición en la que figuraba Podemos, que sigue a la baja por su ambigüedad.

En el Gobierno, Rajoy dijo horas antes de celebrarse la cita electoral que si Mas y los suyos persisten en el proyecto independentista se actuará con moderación y contundencia. ¿Cómo se come eso? Rajoy sabrá. De momento, a la expectativa y con malos augurios, muy malos, de cara a las generales de diciembre. Más fácil lo va a tener el PSOE de Sánchez que continúa a la espera de ir recuperando votos y sin apenas desgaste, incluso empezando ya a mirar fijamente a Ciudadanos que se perfila como un nuevo y joven centroderecha, un caballo de troya al que el PP observa con miedo tras lo de Cataluña.