Los daños en cultivos y los ataques a ganaderías en los últimos meses cuestionan una vez más en Zamora el frágil equilibrio entre la actividad humana y la fauna salvaje. Los agricultores y ganaderos han expuesto sus quejas ante la Administración regional, la que tiene competencias en la materia, tras un verano en el que se ha convertido en habitual la estampa de animales salidos de la sierra en busca de alimento por los pueblos de las distintas comarcas zamoranas.

La sequía del estío acabó con los pastos en los bosques. Las fotos de ciervos, tejones o jabalíes en busca de alimento en los jardines y, sobre todo, en los cultivos, se convirtieron en habituales. Las organizaciones del campo aseguran que existe una superpoblación de estos animales y que se necesita incrementar las batidas para controlar la población. Lo paradójico es que, a pesar de que incluso se llegue a hablar de "plaga" en el caso de los jabalíes, los ataques de lobos a cabañas ganaderas tanto al norte como al sur del Duero se hayan convertido en una maléfica rutina en Zamora.

El problema acaba por convertirse en una espiral: los animales salvajes campan por sus fueros en una provincia donde la Naturaleza va recuperando terreno ante la huida de los habitantes del mundo rural. Quienes se quedan se ven obligados a luchar contra las dificultades de una producción cuyo valor añadido se queda en manos de la distribución y la comercialización, cuyo ejemplo más reciente es el conflicto del sector lácteo. Sometidos a la dura ley del mercado y ante las dificultades que se añaden de esa difícil convivencia en el medio natural, son muchos los hombres y mujeres del campo zamorano que sienten la tentación de tirar la toalla definitivamente. Y con ellos se marcha un potencial económico que aún tiene mucho que decir y que aportar a la economía zamorana, siendo, como es, uno de sus mayores pilares. De esta manera se agotan las posibilidades de un entorno rural que agoniza.

Los ganaderos y agricultores han reclamado a la Junta de Castilla y León controles serios sobre la fauna salvaje, que, al mismo tiempo, se ha convertido en los últimos tiempos en otro activo económico importante para la provincia desde el punto de vista del turismo ambiental y del cinegético. Alcanzar el mencionado equilibrio resulta imprescindible en lugares de la geografía zamorana donde aún habitan seres humanos que se ganan la vida en los pueblos o que se la juegan en las carreteras que atraviesan dichos lugares en su actividad diaria.

Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid sitúa a Zamora como la cuarta provincia española donde existe mayor riesgo de sufrir un accidente de tráfico por presencia de fauna salvaje. Las provincias que la preceden son, por este orden, Soria, Burgos y Palencia. Todas ellas con los mismos problemas de envejecimiento y despoblación del mundo rural que la zamorana. Todas ellas, también, con un patrimonio natural de riqueza incalculable que debe ser protegido, como debe protegerse también la vida de los hombres y mujeres cuya profesión es una de las más importantes del mercado laboral: producir alimentos para toda la sociedad, ecologistas, animalistas y cazadores. Ese equilibrio, por tanto, resulta vital y debe buscarse a toda costa.

Las organizaciones agrarias han planteado aumentar la actividad cinegética, con más batidas. La Administración reconoce que no se cumplen los cupos de caza previstos, incluidos los más polémicos, como los del lobo al norte del Duero, donde se han contabilizado 27 ataques a cabañas en lo que va de año. Más complicada aún es la situación al sur del río, donde el lobo se considera especie protegida, pero que acumula mayor número de ataques, 32, en el mismo período de tiempo.

Todavía existen más factores que amenazan la actividad agroganadera, aunque tienen que ver con la intervención humana en pos de un negocio creciente como la caza que con la propia Naturaleza. Diversas ganaderías en las comarcas zamoranas que han visto instalarse en sus inmediaciones criaderos de fauna salvaje para utilizar esos animales como objetivos a batir en cotos privados. La ausencia de controles sanitarios a las mismas está ocasionando una factura más al ya sufrido ganadero: el contagio de enfermedades que ha costado a más de un ganadero el sacrificio de sus animales. Es una situación lo suficientemente peligrosa, que entraña riesgos evidentes para la salud pública y que requiere una actuación minuciosa e inmediata por parte de la Junta.

Actividad agroganadera y mantenimiento del ecosistema parecen, a la vista de estos datos, mundos antagónicos e irreconciliables. Sin embargo, están condenados a entenderse, a llegar a ese equilibrio que pueda beneficiar a toda la provincia, sin que ninguno de los dos mundos resulte gravemente perjudicado hasta hacer imposible su subsistencia.