Atendiendo a todas las encuestas sobre las elecciones generales de diciembre hay que dar por sentado que al menos uno de los del bipartidismo: PP y PSOE va a sobrevivir en el poder, o bien el que ahora lo disfruta o bien el que lo ha disfrutado antes durante largos años. Porque sea el que sea el partido que tenga más votos y sea el que sea el que gobierne es claro que nadie tendrá la mayoría absoluta, ni siquiera cercana a juzgar por las previsiones, y ello supondrá un gobierno compartido con otra fuerza política que en el caso del PP lo seguro, o casi, es que será Ciudadanos y en el caso del PSOE sería Podemos. Esas son las cuatro formaciones que cambiarán el signo del bipartidismo puro y duro mantenido durante más de tres décadas, con 21 años de poder socialista y 12 de los conservadores.

No habrá cambio, cambio total, pese a los deseos de muchos, aunque se habrá dado el primer y firme paso en esta dirección. De hecho se ha conseguido incluso más de lo esperado en las autonomías y los ayuntamientos, de acuerdo con la voluntad de los electores expresada en las urnas. Hubo expectativas, y no hace tanto, apenas un año, tras los comicios europeos, en el que el vuelco era posible, pero eran unos sondeos que resultaban todavía muy lejanos. Entonces, Podemos tocaba el cielo. Pero solo en unos meses las cosas cambiaron mucho: los partidos tradicionales se rearmaron frente a los emergentes, se pusieron en marcha por parte del PP campañas mediáticas de desprestigio que acabaron dando el fruto apetecido, y los de Pablo Iglesias, a los que no ayudaba tampoco el caos de Grecia y su corralito bancario, empezaron atascándose para acabar perdiendo gran parte de sus posibilidades, y ahí están sin mayores expectativas, a lo que parece, que apoyar al PSOE si llega el caso, que puede llegar.

En realidad, tanto Podemos como Ciudadanos están haciendo mucho en cuanto que su presencia ha supuesto y seguirá suponiendo acabar con el dictado de las mayorías absolutas en solitario. Ese cambio ya va a justificar la reacción masiva contra el bipartidismo, siendo muchos los objetivos logrados, aunque no sean todos, y dejando abiertos los frentes. Tenemos un ejemplo muy cercano en lo que pasa en Castilla y León, donde el PP tras años y años de hegemonía se ve ahora igualado en escaños por la oposición y pierde su mayoría absoluta. Lo que significa que se van a debatir asuntos a los que antes se vetaba el acceso, y son muchos, por cierto, los temas pendientes al respecto.

Se ha empezado, lógicamente, por la corrupción de la que se ha visto salpicada la Junta con esas comisiones millonarias que supuestamente cobraron algunos de sus ex altos cargos en lo que se conoce como el escándalo de la trama eólica, denunciada este año. Todos los grupos de la oposición pidieron la creación de una comisión de investigación en las Cortes regionales, a lo que el PP se opuso, aunque al final no le ha quedado otro remedio que ceder, pues sus votos ya no son decisivos. Pero hacía casi 20 años que no se investigaban irregularidades en la Cámara, donde antaño el PP absolutista había rechazado hasta 26 peticiones de poner en marcha comisiones semejantes. Y esto es parte del cambio.