Jesús dedicó tiempo, energías, amor y paciencia a la instrucción personal de sus discípulos. Este tema, iniciado el domingo pasado, ocupa todo el evangelio de hoy. Una primera parte se refiere a la pasión, muerte y resurrección de Jesús, algo contrario al mesianismo triunfante imaginado por los discípulos y la mayoría del pueblo. Sueñan con honores y buenas posiciones, lejos de la fraternidad propuesta por Jesús.

Es muy importante lo que quiere grabar en sus corazones: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Es lo contrario: conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección.

Los discípulos no entienden a Jesús, no se atreven a hacerle preguntas y siguen anclados en un mesianismo político. Incluso sienten vergüenza cuando él les pregunta qué discutían. Por eso hay una segunda instrucción: Jesús se sienta y llama a sus discípulos para que se le acerquen. Para el seguidor de Jesús lo que vale es la disponibilidad en servir a los hermanos de forma desinteresada: ésta es la mayor grandeza del cristiano. Llama a los Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender algunas cosas fundamentales.

El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: "servidor de todos".

Según el pensamiento y el espíritu de Jesús, acoger a un niño es símbolo del servicio gratuito y desinteresado que caracteriza al cristiano. Jesús lo ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado.

La comunidad cristiana se diferencia de cualquier otra comunidad por estos criterios evangélicos. Por eso la acogida a los menores es acogida cristiana, y la opción por los pobres es criterio fundamental de la Iglesia.

Seguramente hoy Jesús hubiera puesto en medio a los niños sirios y nos diría: "el que acoge a un niño?.me acoge a mí".