Me llama el padre José Abadín, misionero del Verbo Divino, durante tantos años delegado de misiones en Zamora, y actualmente director de la Casa de Espiritualidad que la orden posee en Dueñas, donde también reside otro querido y siempre recordado misionero, Euquerio Ferreras, nada que ver con servidora pero tampoco me importaría porque Euquerio es un hombre bueno, que realiza una labor extraordinaria en Dueñas y que, puntualmente, antes de finalizar el año, me hacía llegar la agenda joven o juvenil que editaba el Verbo Divino y que desgraciadamente hoy es historia. Lo digo porque la agenda estaba preñada de información, de poesía, de canciones, de efemérides y en muchas ocasiones me ayudó a realizar esta hermosa tarea de dar los buenos días a los lectores de La Opinión-El Correo de Zamora.

El padre Abadín es un superviviente. Por lo menos de dos infartos que casi lo llevan a cruzar a la otra orilla. Solo que la Parca no estaba por la labor y Pepe Abadín los superó con nota, hasta el punto de encontrarse hecho un chaval. Se muestra preocupado el hombre, que sigue contando con tantos y tantos amigos desde aquella su etapa al frente de la Delegación de Misiones, porque muchas personas le creen fallecido cuando en realidad está más vivo que nunca.

Entregado en cuerpo y alma a esta etapa que ya dura en la palentina Dueñas, ha pasado unos días en Zamora para visitar a un cuñado y no se ha olvidado de llamar a los amigos y a quienes como yo le hicimos objeto de más de una entrevista y de más de una columna en la que la labor de los misioneros salía fortalecida por la admiración, el respeto y el cariño que siempre han despertado en mí estos hombres y mujeres capaces de dejarse la piel y la vida en su misión. De hecho, cuando todos abandonan, los misioneros siguen realizando su labor, sin duda encomiable, y que va más allá, si eso es posible, de predicar la palabra de Dios.

Los misioneros españoles, más de 14.000 se reparten por el mundo, de los que un buen número de ellos son zamoranos. Hombres y mujeres que, de vez en cuando vuelven a la tierra a ver a los suyos para volver de inmediato a realizar la misión que les ha sido encomendada en materia de salud, de educación, de promoción de la mujer. ¡Y qué bien lo hacen! ¡Y cuánto se les quiere allá por donde pasan! Porque mientras otros acostumbran a dar todo resuelto minimizando o ninguneando las capacidades personales de cada quien o lo que es igual, dando un pez para que coman, los misioneros, con ayudas exiguas, dan la caña para que aprendan a pescar, para que sean personas de provecho. Si todos nos preocupáramos en conocer de cerca su labor, apostaríamos por ellos cuando no sabemos por quién apostar. En esa difusión estuvo muchos años Abadín, como también estuvo el entrañable padre Luis Zurrón quien en la indonesia isla de Flores realizó una magnífica misión. Ahora, el padre Abadín tiene encomendada otra misión en la casa de espiritualidad para la reflexión.