El 16 de septiembre la Iglesia celebra la memoria de san Cipriano, nacido en Cartago (África) en el año 200 con el nombre de Tascio Cecilio Cipriano. Como explicaba en una de sus catequesis Benedicto XVI, después de su conversión, a los 35 años de edad, fue ordenado sacerdote y luego obispo. Durante su episcopado tuvo que afrontar muchas dificultades, como las persecuciones de los emperadores Decio y Valeriano, mostrando así sus grandes dotes de gobierno. Con los fieles que habían claudicado ante la prueba -los "lapsi" (caídos)-, fue severo pero no inflexible, concediéndoles el perdón después de una penitencia ejemplar. Durante la peste que asoló África invitó a los cristianos a socorrer también a los paganos. Tras escuchar su condena contestó: "Bendito sea Dios", y así murió decapitado el año 258.