Hoy Jesucristo plantea las condiciones generales para ser discípulo suyo. Primero pregunta a sus discípulos qué dice la gente de Él. Les pide que cuenten lo que están oyendo acerca de Él. Los discípulos contestan con sinceridad: "Unos, Juan Bautista: otros, Elías, y otros, uno de los profetas". También hoy, tú yo escuchamos muchas cosas sobre Jesucristo y sobre la Iglesia. Cosas buenas, regulares, malas. Cosas ciertas, otras llenas de prejuicios y de tópicos interesados. Está bien analizar lo que se dice sobre Cristo y sobre sus discípulos, la Iglesia.

Pero el señor da un paso más. Te pregunta hoy a ti y me pregunta a mí: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". ¿Quién es Cristo para ti? ¿No es nadie? ¿Un personaje histórico admirable? ¿Una persona peligrosa que ha hecho daño a mucha gente? ¿Un delincuente que tuvo el final que merecía? O tal vez puedas responder como Pedro: "Tú eres el Mesías". Es decir, eres el Enviado de Dios, Dios-Hijo hecho hombre para salvarnos. Si respondes así estás en el camino correcto para saber quién es Cristo para ti. No lo que es para otros, lo que te han dicho otros, lo que les interesa a otros que tú pienses. No. Se trata de que tú sepas quién es Cristo para ti, en tu vida, hoy, en tu situación concreta.

Y entonces, el señor da un paso más. Si sabes que yo soy el que viene a cambiar tu vida a mejor, si te fías de mí y quieres seguirme libremente, sin presiones, sabiendo a quién vas a seguir, vamos a ver qué hay que hacer. "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará". Primero, absoluta libertad en la decisión de seguir a Cristo. "El que quiera". Si no eres libre, la fe no vale nada. Condición previa: la libertad personal. Segundo, hay que negarse a sí mismo. ¿Y eso qué es? Tienes que dejar de creerte el centro de tu vida. Tienes que dejar tu orgullo y tu soberbia autosuficiente. Todos tus complejos y manías persecutorias. Porque eso no te deja ser libre. Te está esclavizando y sometiendo. Y así no puedes seguir a Cristo en la Iglesia. Son tus pecados, que Cristo quiere que se los entregues a Él. Y tercero, carga con tu cruz y ya sí, puedes seguirlo. ¿Me hago una gran cruz de madera y voy cargando con ella a todos lados? No, no hace falta. En tu vida hay situaciones y personas que te cuesta mucho asumir, que te cuesta amar. Que no puedes amar tú, por mucho que te lo propongas. Necesitas la ayuda de Dios. Porque esas situaciones o personas no puedes borrarlas de tu vida. Aunque huyas lejos, no puedes deshacerte de nada. Esa es tu cruz. Cristo te ayuda a amar tu cruz.