Uno, que ya peina más canas de la cuenta, empieza a tener la memoria larga. Ay. Y ello hace que recuerde, con bastante nitidez, el país de hace cuarenta años. La España de la Transición era caótica. Apenas funcionaba nada. La economía era un desastre, con inflación desatada y devaluaciones de la peseta cada dos por tres. La política estaba por inventar y se improvisaba sobre la marcha, con asombrosas conversiones a la democracia "de toda la vida". La propia vida cotidiana era un sin vivir. Por hablar solo de la mía, empecé a estudiar Periodismo, en Madrid, justo al año siguiente de la muerte de Franco. Y había tal barullo de protestas, huelgas y demás, que ese primer curso apenas, si tuvimos clase un par de meses, sumando todos los días.

En ese contexto, el PSOE de la pana de Felipe y Guerra cimentó su victoria del 82 en dos lemas electorales: "Por el cambio" y "Para qué España funcione". Treinta y tantos, cuarenta años después, ambos lemas son perfectamente reutilizables. La necesidad de un cambio es evidente e incluso extrema: así, como hasta ahora, no se puede seguir. Y en eso me parece que coincide la inmensa mayoría de la sociedad, con la única excepción de los amarrados a alguno de los cien mil pesebres públicos, institucionales o partidistas. Y que el país ha dejado de funcionar admite, de igual modo, pocas dudas. Donde quiera que mires se ve que no, que la "fatiga de los materiales" también afecta los de la sociedad y que todos los engranajes colectivos parecen chirriar o directamente se han paralizado. Basta pensar en los grandes temas, como la Justicia; un escándalo permanente por la monumental ineficacia y desprestigio a la que la ha condenado el poder político. Basta pensar en la galopante desigualdad, que quiebra la base de cualquier tipo de convivencia y en la que no dejan de profundizar, mediante la engañosa austeridad; engañosa porque solo se impone a los de abajo, mientras los de arriba se enriquecen cada día más.

Pero incluso mirando la realidad más cercana, la del día a día, se advierte que el tinglado colectivo ha dejado de funcionar. "LA OPINIÓN- EL CORREO DE ZAMORA" de ayer, sin mirar más:

"La mitad de las rutas escolares de Zamora, a la espera de renovación; la Junta reconoce que los contratos han vencido en 133 itinerarios". ¿Y eso? ¿Cómo es que no hay un mecanismo automático de renovación de lo que vence? ¿No hay gente suficiente o dinero en la Junta? ¿Cómo es posible que ocurra algo así.

"Aprobados, con tres años de retraso, los planes de gestión de los espacios naturales". ¡Tres años de retraso! ¿A quién han sancionado por semejante dislate! ¿A quién puso el plazo, por hacerlo al tuntún; o a los responsables de cumplirlo, por tocarse?? ¿Cómo puede pasar algo así, sin consecuencia alguna ni, desde luego, propóstio de la enmienda?

"UGT denuncia la acumulación de más de 200 expedientes medioambientales; el sindicato alerta de que muchos informes puede caducar o prescribir". "Navarro Talegón denuncia las trabas al proyecto de centro asistencial en Valparaíso". Etc.

En todas esas noticias, late el mismo fundamento: esto no funciona. Mires hacia donde mires. No funciona España como Estado y de ahí lo de Cataluña. No funciona el Ayuntamiento heredado por Guarido, con todos los grandes contratos caducados desde hace años o décadas, con facturas y ruinas para sepultar la ciudad por más de una generación. Nunca ha funcionado la Diputación en la etapa democrática y el PP la ha convertido, de facto, en uno de sus engranajes de férreo poder caciquil? Para qué seguir. Tampoco quiere uno atragantarles desayuno o la tapa de media mañana. El caso es que sigue siendo válido, por desgracia, aquel viejo lema electoral: Para que España funcione.

Eso sí. El lema ya no sirve para el PSOE que lo inventó. Porque la "fatiga de los materiales" también le ha llegado a él. Solo hay que ver en lo que se ha convertido su gran patrón, el Felipe de la pana y las patillas largas. Muchísima buena gente, por los pueblos en particular, sigue votando a los socialistas con honradez y convicción. Debería, sin embargo, cavilar un poco en lo que ha ocurrido con ese partido en estas últimas tres, cuatro décadas. Y verían que el cambio ya no pasa por ahí (si es que alguna vez pasó). Y que sus actuales dirigentes creen que España funciona la mar de bien? mientras a ellos les funcione. Solo quienes llegan desde el exterior, con mirada limpia y nueva, pueden, podemos, repensarlo todo y hacer que vuelva funcionar. El gran reto de este nuevo siglo vuelve a ser el del anterior: que España vuelva a funcionar. A ver si esta vez lo hacemos bien.

(*) Secretario general

de Podemos Zamora