Como los independentistas de Cataluña se ríen de Rajoy en sus barbas y avisan de que no harán ningún caso del Tribunal Constitucional por muchos poderes que el PP le otorgue y continuarán, si ganan con mayoría el día 27, su camino hacia la secesión, están saliendo últimamente distintas voces que se alejan del buen rollito del diálogo y demás, con el que se ha llegado donde se ha llegado, y le han empezado a mentar la bicha a Artur Mas y los suyos. Según el diccionario, mentar la bicha es temer o advertir de una posibilidad desagradable.

Primero fue hace poco el expresidente Felipe González, que ante el ominoso silencio del Gobierno, que no va más allá de asegurar que no habrá tal independencia, hizo unas fuertes declaraciones en las que de una manera más o menos sutil enlazaba el pretendido secesionismo con los movimientos políticos surgidos en Alemania e Italia en los años 30 y que acabarían como acabaron. Tampoco es que sea tanto, que ahí tenemos a la singular exministra Villalobos, eterna vividora de la política desde la más rancia derecha, llamando fascista y nazi a Franco, en el Congreso. Pero Mas y sus huestes se le echaron encima a González advirtiendo que no iban a aceptar que nadie les diese lecciones de democracia. Claro que el asunto no ha quedado ahí porque el antiguo líder socialista puntualiza ahora que en sus respuestas a un medio de aquella región nunca habló de nación catalana, por la sencilla razón de que nunca ha considerado ni considera a Cataluña como una nación. Su segundo que fue en la era que el PSOE gobernó el país, Alfonso Guerra, ha sido muy rotundo, igualmente, al calificar de "golpe de Estado a ritmo lento" los movimientos separatistas impulsados por Mas. Solo Sánchez ahora se muestra menos drástico y sugiere una tercera vía, en realidad un camino ya trillado desde hace mucho.

Todo lo cual no es nada con la que se ha armado con las palabras de Pedro Morenés. Porque Morenés, como se sabe, es ministro del Ejército. Y esas son palabras mayores. No es que haya dicho nada del otro jueves, en realidad, pues es algo que está en la mente y en la boca de muchos españoles, puede que no en la región catalana, pero sí en el resto de España. A lo que el ministro se ha referido es a que nada pasará si todos y cada uno cumplen con su deber. Que no intervendrán las fuerzas armadas si se transita por los caminos de la Constitución, o sea. Y ahí ha sido ella: amenaza, chantaje, coacción, intento de amedrentar? Ponen el grito en el cielo los vendedores de la supuesta soberanía catalana. Pero a la gente le ha gustado mucho el oportuno aviso.

Aunque, enseguida, haya salido la vicepresidenta Sáez de Santamaría a apagar un poco el fuego, si bien asegurando de nuevo que ni siquiera es discutible que Cataluña pueda ser independiente, y que para eso basta con la ley. Y la ley a través de la Carta Magna faculta al Gobierno para suspender una autonomía que se salga gravemente de las normas, decretando si es preciso el estado de excepción en aquel territorio. Y la misma Constitución hace del Ejército garante de la integridad y la unidad de España.