Sabido es que el estado de bienestar se sustenta en tres pilares básicos: sanidad, atención social y educación. Aunque el orden de los factores no altera el producto, creo que la educación es verdaderamente el más importante y frágil a la vez. Ahora que esta materia ocupa páginas de periódicos en coincidencia con el comienzo del nuevo curso escolar, debemos preguntarnos si la enseñanza que se imparte en las aulas es la que acabará formando realmente a nuestros hijos para hacer frente a los desafíos del futuro, un tiempo desconocido que no por desconocido deja de entrever una mezcla a partes iguales de esperanza y de inquietud. Y la respuesta a ese interrogante se encuentra en el vértice en el que confluyen tres aristas: el núcleo familiar, el profesorado y nuestros propios valores humanos. Decía Miguel de Unamuno que una persona puede saber cinco idiomas y ser igual de tonto en esos cinco idiomas. Y no le falta razón al egregio escritor. Porque el conocimiento y el talento es la suma no solo de lo que aprendemos en las aulas, sino la mezcla armoniosa de esas aristas que, a la postre, determinarán nuestra capacidad para afrontar un futuro laboral sosegado. La educación es, sin duda, la materia innegable de la cimentación, la levadura imprescindible que nos permitirá crecer y construir un proyecto de vida saludable y próspero. Cuanto más sólida sea, mayor será nuestra fortaleza y más cerca estaremos del auténtico éxito personal.

Mal haríamos en no calibrar en su justa medida este pilar insoslayable sobre el que pivotan el resto de las cosas. Una sociedad que busca la excelencia en la educación será más justa, porque, como también advertía el filósofo español, solo el que sabe es libre. Por eso, sirva este minúsculo texto para siquiera llamar la atención sobre la mejor inversión pública posible: la educación; para que valoremos justamente a ese plantel de profesores sin cuyo encomiable concurso no seríamos nada y para que los padres y la sociedad en general nos involucremos de manera activa en la mejor tarea que tenemos por delante. Si aprendemos primero esta lección, seguro que avanzamos.