No sé si al lector le habrá ocurrido alguna vez que siente a Dios que le busca y juega al escondite. El escondite está bien para ciertas edades. Quizá eso les ocurrió a muchos conversos: les llegó el tiempo de dejarse encontrar por Dios. Y es que para la conversión hay que estar preparados. No le es posible la conversión a quien tiene su corazón, su alma, su pensamiento y hasta su cartera llenos. No hay hueco para el amor, la salvación, la reflexión y la humildad que nos viene del encuentro con Dios.

El pasado domingo veíamos cómo algunos fariseos, llenos de sí mismos y sin espacio para acoger las palabras de Jesús, le importunaban porque sus discípulos no se purificaban las manos antes de comer. Esto contrasta con este pasaje del evangelio que muestra el paso por tierras paganas (Tiro, Sidón y la Decápolis) y que termina por decir: "todo lo ha hecho bien". Es una antítesis entre los fariseos, guardianes de la fe, y quienes -especialmente para los judíos- vivían en tierras paganas. Digo que especialmente para los judíos porque en un pasaje que se ha omitido en las lecturas (Mc 7,24-30), aparece una mujer sirio-fenicia que pide a Jesús la salvación para su hija. Pedir, confiar, fiarse de Él, tener fe en Él no es signo de estar cerrada a la acción de Dios. Es más, Jesús, ante la petición de ayuda de esta mujer, le explica que su misión es para los hijos de Israel; es la mujer, como adivinando el desasosiego que causa no tener éxito en la misión que el Padre te da, la que contesta: "también los perros comen las migas que caen de la mesa de los hijos". Traducido al refranero castellano: "lo que uno no quiere, ciento lo desean". Transcrito al lenguaje del corazón: "adóptame como hijo, para poder gustar tu ayuda y salvación". Vino el Padre por boca de aquella mujer a descubrirle un nuevo horizonte de misión.

No sé si Jesús fue a las ciudades paganas como huyendo de la misión. Jonás sí lo hizo, huyó. Y tanto Jonás como Jesús, como la mujer, como quien lee esto, se encontraron con algo inesperado; por eso quizá cambiaron la comprensión de la misión encomendada: Nínive se convirtió y Jonás vio que Dios no nos propone cosas imposibles, hay gente fuera de Israel que necesita la salvación y Jesús ensanchó el corazón de su misión, pasa la fuente de la vida por la puerta de casa y la mujer comprende que no puede desperdiciar la ocasión de vaciarse y pedir vida para su hija. Falta que el lector sepa cuál ha sido la experiencia que le ha hecho cambiar ¿No sabe? Pues vacíese para que Dios pueda desbordarle.